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Dic

2011

Arte poder en el Perú del siglo XVIII. El virrey marqués de Castelldosrius

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Por Carlos Arrizabalaga Lizárraga

Por Carlos Arrizabalaga. 09 diciembre, 2011.

La profesora Nuria Sala y Vila, doctora en Historia por la Universidad de Barcelona, ofrecerá esta conferencia el 6 de diciembre. Ella es profesora de Historia de América en la Universidad de Gerona (Cataluña) y especialista en los primeros virreyes del Perú desde la llegada de la dinastía de los Borbones a la monarquía española. Ha sido profesora visitante en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y ha publicado numerosos artículos sobre el virrey Marqués de Castelldosrius, y sobre rebeliones indígenas y cambios sociales y políticos en el Perú del siglo XVIII.

En su conferencia tratará sobre las relaciones de arte y poder en el temprano siglo XVIII, cuando irrumpen las modas francesas y una nueva corriente artística, como resultado de las estrategias políticas e intereses económicos de Felipe V y la nobleza española, para asegurarse la mutua fidelidad y adaptarse a las nuevas mentalidades luego de la Guerra de Sucesión (1700-1714).

El año pasado se resolvía por Real Carta de Sucesión que el mejor derecho al título de Marqués de Castelldosríus, con Grandeza de España, recaía en doña Agatha Ruiz de la Prada y de Sentmenat, figura conocida por ser la esposa de director del diario El Mundo Pedro J. Ramirez y dueña de un importante negocio de moda y perfumes. El caso tenía cierta relevancia porque reconocía, luego de un litigio familiar que había durado más de siete años, igual derecho de mujeres y hombres a la sucesión nobiliaria.

El primer marqués de Castelldosrius, el catalán don Manuel de Oms de Santpau Olim-Sentemenat i de Lanuza fue nombrado vigésimo tercer virrey del Perú en 1704 por Felipe V, como agradecimiento a la fidelidad de su familia a los Borbones en un contexto difícil. La mayor parte de Cataluña no quiso reconocer a Felipe como rey de España y seguía apoyando los derechos del archiduque de Austria con una resistencia tan tenaz que finalmente el rey Borbón quitó a Cataluña sus fueros e instituciones propias (como la Generalitat), creando el germen que aviva hasta hoy el nacionalismo catalán.

El nuevo virrey tomó posesión recién en 1707 luego de alistar una fabulosa comitiva y reclamar el pago de enormes gastos suntuarios, muy por encima de lo usual, como señala Nuria Sala, en una actitud. Quería impresionar a los limeños en un modo muy distinto a como había actuado el anterior virrey, el conde de la Monclova, viejo soldado de las guerras de Flandes. Basta comparar los retratos de ambos para advertir en el primero a un cortesano culto y refinado, con su enorme peluca, más preocupado por sus finanzas y sus relaciones comerciales, frente al segundo, con su brazo de plata, su laureado escudo y su espada reluciente: proclama su honra militar. Su gobierno fue el más largo y tal vez el más apacible en la historia del Perú.

Nuria Sala y Vila, con abundante fondo documental y de investigación,* descubre ciertas claves respecto al cambio de mentalidad operado en la época, el juego de intereses y la evolución histórica que iba a derivar, finalmente, en un proceso hacia la emancipación. El marquesado inicialmente tenía que ver con un titulo otorgado por el Rey a un militar, normalmente de rango, que defendía una “marca” o territorio. El marqués de Castelldosrius, sin embargo, con una gran trayectoria como gobernador, virrey de Mallorca y embajador en Portugal, encarna una figura nueva de funcionario público especializado y hombre de negocios.

En efecto, se mostrará como un negociante e incluso un intrigante, con amplias relaciones comerciales con Francia a través de sus conexiones familiares en Barcelona y Madrid. Al hilo de los tiempos, era un hombre culto y amante de las letras. Escribió un drama titulado El mejor escudo de Perseo, y difundió en Lima el gusto por los temas homéricos. Llevó a la corte virreinal de Lima el ambiente, las costumbres y las modas de Versalles, y alentó el cultivo de las artes y las letras. Creó una Academia (1709) en el propio palacio, a la que acudían semanalmente artistas, músicos y escritores como Pedro de Peralta Barnuero o Pedro Bermúdez de la Torre y Solier (1661-1746).

Bermúdez era un señalado académico limeño, seis veces rector de San Marcos y jurista, alguacil mayor de la Real Audiencia y muestra preclara del elevado nivel cultural que se respiraba en Lima en el primer tercio del siglo XVIII. Compuso el poema más extenso de la literatura virreinal peruana: Telémaco en la isla de Calipso (c. 1725), de Pedro Bermúdez de la Torre, larguísima versificación del relato de las hazañas del hijo de Ulises, que se mencionan brevemente en el libro IV de la Odisea. La influencia de Virgilio es mucho mayor que la de Homero, quien sólo aparece en escena por influencia de la escuela gongorina o por la vía de las obras francesas.

Escrito al modo del Amor enamorado de Villalpando (1655), Bermúdez llena las páginas de episodios amorosos y lamentos femeninos y a pesar de todo dedica el poema al virrey Conde de la Monclova, don Melchor Antonio Portocarrero, (1636-1705), quien nunca pudo gozar de sus versos, pues por la fecha en que suponemos que fue escrito el poema el virrey ya había muerto. Seguramente tampoco habría sido de su complacencia.

El caso de Bermúdez no es el único. Hay otros textos como La tela de Penélope, romance compuesto por don Juan Manuel de Rojas y Solórzano, secretario de cámara del Virrey. En otra extensa composición, Lima Fundada o conquista del Perú (1732), Peralta y Barnuevo quiere hacer a su vez de Pizarro un nuevo Eneas para ser él un nuevo Virgilio de este neoclasicismo; ni siquiera falta una Dido (indígena) que se muere de amor por el nuevo fundador de ciudades. Casi todo inventado.

Desde el Perú, Castelldosrius envió a la Corona 1,6 millones de pesos, una gran suma de dinero entonces, para sufragar los gastos de la guerra. Aunque en gran parte se debe al descubrimiento de las minas de Carabaya, los tributos provocaron malestar y protestas, especialmente de los comerciantes, que además le recriminaban su tendencia a proteger los intereses comerciales franceses. Aumentaron considerablemente las importaciones (legales e ilegales) de mercancías francesas, y el virrey fue denunciado repetidas veces en el poderoso Tribunal del Consulado de Lima. Se le acusó formalmente de contrabando y corrupción y por momentos fue destituido del cargo, pero debido a la rapidez con que envió las remesas de dinero, pese a los ataques piratas ingleses, y también por las gestiones de su hija Catalina, dama de compañía de la reina de España, recobró el favor del rey, quien debido a sus continuos accesos de depresión dejaba muchos temas a cargo de la reina. Don Manuel murió de una repentina enfermedad en Lima en 1710, así que su gloria y magnificencia duraron apenas tres años. Durante el proceso se confiscaron todos sus bienes en Cataluña, pero devueltos a sus herederos en 1714.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 4 de diciembre de 2011.

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