27

Sep

2011

Por Carlos Ruesta Requena

Por Julio Talledo. 27 septiembre, 2011.

Está en nosotros y es fundamental en la vida humana. Trabaja por nosotros, contrayéndose unas 70 veces por minuto, las 24 horas de todos los días de nuestra vida y, cuando él está bien, todo nuestro organismo funciona correctamente. Ese es nuestro corazón. Funciona como bomba: recibe sangre oxigenada de los pulmones y la envía a todo el cuerpo. Para que siga funcionando bien, debe continuar recibiendo sangre oxigenada y otros nutrientes.  Y, si queremos que se mantenga en pie, debemos ahuyentar a sus enemigos: el infarto, el exceso de colesterol LDL y otros. Veamos cómo combatirlos.

Una jornada tranquila, un bello amanecer o cualquier momento feliz pueden ser interrumpidos por un súbito e intenso dolor a nivel del pecho, que puede irradiarse al brazo izquierdo o la mandíbula (esto último no siempre es así). El dolor suele durar más de una hora, acompañado de una sensación inminente de muerte. Quienes lo han sufrido afirman que es el dolor más intenso que han sufrido en toda su vida.

El temible infarto
Lo anterior describe las características de un infarto agudo de miocardio. Es una repentina obstrucción del flujo de sangre a un parte del músculo del corazón. Generalmente es ocasionado por el desprendimiento de una placa de grasa acumulada en las paredes internas  de los vasos sanguíneos, en las arterias coronarias.

La obstrucción de la luz de la arteria se empeora por la formación de un conglomerado de plaquetas (llamado trombo) como consecuencia del desprendimiento de esta placa. Si el oxígeno no llega y comienzan a “morir” las células musculares, mientras más grande sea la arteria afectada y más tiempo permanezca obstruida, mayor será el número de células musculares que se pierdan.

Esta pérdida causa la grave disminución de la contracción del corazón. Entonces, este deja de bombear eficientemente la sangre, a otros órganos importantes, poniendo en riesgo la vida.

¿Me puede dar un infarto?
El infarto del miocardio es, actualmente, una de las enfermedades  más frecuentes y de mayor costo económico y social. Generalmente lo padecen personas con riesgo inherente a sufrirlo; es decir las que cumplen todas o algunas de las siguientes características: ser varón; tener más de 60 años; sufre de enfermedades previas  como la hipertensión arterial; tener el colesterol elevado (hipercolesterolemia); Diabetes Mellitus;  y si hay herencia familiar.

Además, hay que recordar que otros factores de riesgo como: tabaquismo, sedentarismo, dieta rica en grasas y el estrés permanente han aumentado enormemente la incidencia de esta enfermedad en el  último siglo, sobre todo en los países industrializados, en la población femenina y en la población joven.

En la era moderna, las personas viven más como consecuencia del desarrollo de la Ciencia médica, pero la presencia de estos factores de riesgo termina por provocar enfermedades cardiacas en personas cada vez más jóvenes.

Colesterol: enemigo a muerte del corazón
Gran parte del colesterol de nuestro cuerpo proviene de las grasas que ingerimos. El hígado es el órgano encargado de transformar las grasas que consumimos en sustancias benéficas para nuestro organismo como son el colesterol LDL (Low Density Lipid) y el HDL (High Density Lipid) entre otras.

El colesterol LDL tiende a acumularse en los vasos sanguíneos. Es el HDL el que debe sacarlo y llevarlo al hígado, pero cuando LDL está muy alto, no es posible retirarlo en su totalidad, y se va acumulando en los vasos sanguíneos junto a otras sustancias, hasta formar una placa. Esta es atacada por el sistema de defensa del cuerpo a través de unas células especiales que intentan eliminar el LDL acumulado. En este proceso el LDL se transforma y ya no puede ser removido por el HDL. El sistema de defensa activa la inflamación (el mismo fenómeno que ocurre cuando nos pinchamos la piel con una espina) sobre la placa de colesterol, haciéndola susceptible al desprendimiento.

La disminución de los valores del colesterol LDL y el aumento de HDL, permite reducir la probabilidad de sufrir un infarto. Es tan  beneficiosa esta estrategia que la ciencia cada vez reduce más el nivel permitido de colesterol LDL.

A las grasas, diles ¡NO!
El fenómeno descrito comienza -muy lentamente- desde los primeros años de vida. Es acelerado por el consumo exagerado de grasas saturadas desde la infancia; por ejemplo: grasa de la carne, frituras, aceite de origen animal, etc. También juega en contra la ingesta de harinas: pastas, fideos, tortas, pasteles, etc.

La necesidad de cuidar la salud ha dado lugar a una controversia actual sobre la existencia de cadenas de comida rápida que expenden muchos de los alimentos mencionados.

Actualmente se cuenta con un gran arsenal de medicamentos para tener un estilo de vida sano y un corazón feliz. Sin embargo, nada funcionará si seguimos exponiéndonos a factores que afectan nuestra salud: consumo de tabaco, consumo de grasas saturadas, sobrepeso, no dormir entre 6 y 8 horas diarias, la falta de ejercicios diarios, en especial los que se realizan al aire libre. En suma: hace falta que cambiemos nuestro estilo de vida.

Este  cambio de estilo de vida es muy importante en la prevención del infarto de miocardio y se ha demostrado que ayuda a reducir las probabilidades de sufrir un infarto, más que cualquier otra medicación.

Médico Internista.

Policlínico.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 25 de setiembre de 2011.

 

 

 

Comparte: