02

May

2011

Por Alexis Reto Agurto.

Por Julio Talledo. 02 mayo, 2011.

Las Elecciones presidenciales, congresales y por el Parlamento Andino ya van quedando atrás, mientras nos preparamos para la segunda vuelta. Por eso, aún seguimos viendo y escuchando en los medios de comunicación un concierto de términos electorales que también usamos a diario, pero de los que quizá no todos conocemos su significado específico.

Por ejemplo, algunos candidatos han empezado a mostrar distintas denuncias por la supuesta realización de un “anforazo”, palabra derivada que no se refiere a un ataque con un ánfora, sino a la presencia de una serie de irregularidades en las actas de votación para favorecer a un candidato específico.

Otro ejemplo: cuando se afirmó que siete partidos políticos no habían pasado “la valla electoral”, a todos los votantes no les quedó claro este uso metafórico que, en realidad, quiere decir que para continuar en la escena política, las agrupaciones requerían del 5% de los votos válidos al Congreso o tener asegurados siete parlamentarios electos en más de una circunscripción electoral. En consecuencia, los partidos que no cumplieron con estos requisitos han desaparecido.

De igual manera, se habla de distintas clases de votos sin que a veces puedan diferenciarse con exactitud. Así, se tiende a usar de manera sinonímica “voto en blanco”, “voto impugnado y “voto nulo o viciado”, aunque no signifiquen los mismo: en el primero, no ha habido intento de voto, pues no hay ninguna marca; en el segundo, sí se ha realizado una marca, pero no se puede precisar con certeza su validez y, por tanto es un voto dudoso, que no cuenta a favor ni en contra de alguna agrupación política hasta que la autoridad competente determine si es válido o viciado ; por último, en el tercero (nulo o viciado), el elector ha utilizado un modelo de votación inadecuado (distinto al de una cruz o de un aspa), por consiguiente este no es válido. En los tres casos, el motivo podría ser intencional y voluntario o simplemente accidental.

Asimismo, no pudo entenderse plenamente el sentido de la expresión “voto preferencial”, aunque estaba relacionado con la elección de los congresistas, ni si este voto era al que se le denominaba “voto válido”. Pues, para aclararlo también precisaremos y distinguiremos un concepto del otro. El “voto preferencial” se refiere a escribir el número específico del candidato al Congreso o al Parlamento Andino, además de marcar el símbolo del partido; y, el “voto válido” apunta a un modo de votar aceptable gráfica y legalmente.

Por último, sólo si los miembros de mesa pudieron reconocer el tipo de voto (nulo, en blanco, impugnado y válido), y sumado correctamente estos, habrían obtenido los “votos emitidos”, que son la suma total de votos que habidos en una determinada mesa y que deben de concordar con el número de votantes asistentes.

Sin duda, es innumerable la cantidad de términos utilizados en los procesos electorales para referirse a los sujetos que intervienen (“miembros de mesa”, “elector”, “votante”, “personeros”, en su mayoría sustantivos masculinos o que marcan su género por medio del artículo), a las instituciones supervisoras (para las que se usa preferentemente siglas como “ONPE”, “JNE”, “ODPE”), a los objetos utilizados (como “ánfora, proveniente del griego; o “urna”, “cédula”, “padrón” que originariamente son del latín), o al acontecimiento mismo (“Elecciones”, en un ámbito más formal y “primera vuelta”, “segunda vuelta”, en el plano popular o periodístico).

Por esto, cabe destacar que el conocimiento de la relación entre el léxico electoral y sus significados favorece a una mejor concientización no sólo de los miembros de mesa elegidos, sino de todo votante, que pueda realizar o promover una elección legal y transparente en los comicios electorales.

 

 

 
* Docente. Facultad de Humanidades. Universidad de Piura. Artículo publicado en el diario Correo, edición región Piura, domingo 17 de abril de 2011.

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