05

Oct

2011

Por Carlos Arrizabalaga Lizárraga

Por Carlos Arrizabalaga. 05 octubre, 2011.

Decía Manuel Seco que en cada uso que el periodista hace del idioma está ejerciendo de maestro y es verdad; no cabe duda de la responsabilidad que la prensa tiene en el destino del castellano y también por eso nos importa bastante a los profesores y estamos atentos a la gramática de los periodistas, no solo porque reflejan el uso habitual, sino porque también pueden alterarlo con sus manías, despistes y errores.

Un caso concreto de “voces mal entendidas” está provocando la desaparición de “sendos”, caso que he comentado en mi blog de dificultades gramaticales. Lo he comprobado en la prensa en titulares como este: “Dos niños heridos en partidos de fútbol”. Diríamos mejor: “en sendos partidos de fútbol”. Peor luego explica que los dos niños se habían roto las piernas “en dos partidos distintos”, como si se las hubieran roto dos veces. Parece que “sendos” o no se usa o se usa mal, por la abstracción de su significado distributivo “uno cada uno” y se nota aquí la falta de hábito lector y la pobreza de las lecciones gramaticales de nuestros modernos sistemas escolares.

En otro titular todo parece estar bien: “Tres heridos dejan sendos accidentes”. Impecable. Luego amplía: “Tres personas resultaron heridas la mañana de ayer tras producirse sendos accidentes de tránsito en diferentes puntos de la ciudad”. ¡Inmejorable! Pero el gorrito nos descoloca y pronto advertimos que se refiere a dos percances solamente: un despiste y un atropello. Los contusionados: dos motociclistas y un pobre adulto mayor que no pudo apartarse. Las cuentas no salen, porque “sendos accidentes” (para tres heridos) serían tres y no dos, y la pobre gramática se desmaya de espanto. Debió decirse “Tres heridos en dos accidentes”.

Rufino José Cuervo advirtió que también en el siglo XIX se había perdido el valor distributivo de “sendos”, recogiendo casos en los que encumbrados escritores como Zorrilla escribían cosas como “un error muy sendo”, y en la prensa bogotana registraba frases como “me tomé sendos tragos”. En verdad no significa “descomunal” ni se aplica a cosas reiteradas, sino que con “elegancia y concisión”, comunica solo algo muy preciso: “uno cada uno”, “uno para cada uno”. El clérigo Larriva lo emplea perfectamente: “Hoy de los conventos salgan las mulatas con cajas, tambores y sendas matracas”.

Sin duda nuestros mayores tuvieron una mejor formación gramatical y de esa suerte “sendos” recobró el valor distributivo que tuvo desde el español clásico hasta el siglo XVIII, como se declara en el Diccionario de Autoridades. Ahora nuevas revoluciones parecen traer al traste a un viejo componente de nuestra gramática, pero al menos los profesores estamos advertidos de que en la lengua de Cervantes, cuando se dice que “entraron dos viejos con sendos rosarios”, no es que sendos sean descomunales ni que tengan más cuentas de las de costumbre. Solo es uno cada uno. Los números son importantes, pero también el lenguaje.

Hay un verdadero desconcierto en todo el mundo hispánico en el uso de “sendos”. En otro lugar leemos: “sendos congresistas presentaron una ley”, cuando debe decirse: “los congresistas presentaron sendas leyes”, si es que cada uno presenta la suya, o que “presentaron juntos dicha ley”, si es que se tratara de una sola. En definitiva, se manifiesta el injusto menosprecio en que se ha situado a la enseñanza de la gramática y la incompetencia que en este terreno comunicativo se encuentran muchos hablantes.

Las reformas educativas insisten en enseñar “comunicación” pero evaden o ignoran supinamente lo que constituye la estructura de la comunicación misma, que es la gramática, que no es otra ni distinta al nivel discursivo o textual que al nivel oracional, pues el modo de funcionar de la lengua es siempre una misma gramática, que puede ser vista desde un ángulo más amplio (todo el discurso) o más estrecho (cada uno de los segmentos que la componen). No se puede entender la una sin la otra.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en la revista Antesala. Los recoge Martín Adán en “De lo barroco en el Perú III. Concolorcorvo, Olavide y Valdés”, en Mercurio Peruano, 127, 1941, pp. 435-449 (cit. p. 444).

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