02

May

2011

Por Carlos Arrizabalaga Lizarraga.

Por Julio Talledo. 02 mayo, 2011.

Albert Bensoussan viene traduciendo al francés las obras de Vargas Llosa desde hace más de cuarenta años y no se cansa: lo considera un genio. Señala orgulloso además que Flaubert y Víctor Hugo se cuentan entre sus escritores favoritos. Pues bien, este conocido traductor, nacido en Argelia en 1935, cuando este país era aún una colonia gala, confesaba una vez, en un encuentro celebrado en Nueva Zelanda, que sin la ayuda del Breve diccionario folclórico piurano de Esteban Puig no habría podido traducir al francés muchas obras de Vargas Llosa.

Sin duda los diccionarios son ayudas insustituibles para un traductor, pero tal vez el francés exageraba un poco ya que los piuranismos de las novelas vargasllosianas son escasos, aunque se repitan sin descanso, para mantener una apariencia realista de color local.

Edith Grossman, traductora al inglés de muchos escritores del boom, asegura que los cuatro libros de Vargas Llosa que ha traducido le han generado la misma dificultad que los de cualquier otro autor. “La dificultad principal para los traductores es encontrar una voz en el segundo idioma que corresponda al tono y a la intención del primero”.

En efecto, no hay nada imposible de traducir, pero todo tiene cierto grado de dificultad y se puede hacer mejor o peor como toda obra humana. Ninguna traducción es perfecta: se tendrá por impecable si logra el mismo efecto, si traslada la magia del sentido.

¿Y cómo traducen “chifles”? Aparece solo en ¿Quién mató a Palomino Molero? La señora Lupe servía de comer al sargento Lituma y al teniente, bajo el sol de Amotape, “unos chifles de plátano frito y salado y un seco de chabelo”. La redundante descripción se destina a los españoles y demás, ya que los chifles no existen más que en esta parte del mundo.
Who killed Palomino Molero? apareció en 1987, traducido por Alfred Mac Adam, y dice: “fried and salted banana chips”, lo que es una descripción completa en la que “chifle” parece equivaler a “chips”.

Qui a tué Palomino Molero?, traducido por Albert Bensoussan, dice: “beignets de banane salée”. Efectivamente la descripción se limita a un aspecto (“salée”), seguramente porque todos los “beignets” se fríen. Lo digo porque cuento con la ayuda de una traductora profesional, que es hermana de mi esposa y además vive en Francia. Me dice que los “beignets” son buñuelos o una especie de donas que también existen en forma de picarones o de churros y hechos de una masa espesa y fritos en aceite en pequeñas porciones. ¿Confunde chifles con plátano chancado frito?

En la autorizada opinión de Mayra Lozada, para traducir “chifles” sin usar la palabra inglesa “chips” y no decir “chips de plantain” o “chips de banane plantain”, o “chips salées de bananes plantains”, podrían haber traducido “chifles” como “frites de plantain”. En Francia al menos llaman “frites” a las papas fritas. También pudo decir “lamelles”, que son finas tajadas, por ejemplo, de zanahoria.

Lo más increíble es que “seco de chabelo”, en la versión inglesa, aparece como “stewed kid with rice”, lo que más parece un plato de arroz con cabrito. El carnero piurano ya era famoso cuando fray Diego de Ocaña pasó por aquí en 1599, pero no es lo que sirvió doña Lupe. El norteamericano simplemente prefirió algo de la gastronomía peruana más traducible.

Bensoussan por su parte lo equipara a “un sauté de porc”, que literalmente sería un saltado de chancho, lo que se acerca pero no mucho. El francés se atuvo a la definición del padre Puig, quien defiende ésta receta como más antigua: “plátano verde frito y chancado con carne de chancho aliñada, frita, deshilachada”. Tal vez por eso también dijo “beignets”.

No se había publicado todavía el Diccionario de piuranismos de Arámbulo Palacios, que describe el plato en su versión más conocida hoy, “a base de cecina de res, oreada y desmenuzada; plátano verde asado en brasas, chancado y aderezado con ají, cebollas y chicha; luego todo esto frito en cazuela”.

No sabemos de qué carne eran las hebras del seco de doña Lupe, ni cómo hacía sus chifles, pero lo que está claro es que traducir es un arte difícil y la gastronomía piurana algo incomparable. Al escribir sus novelas, a Vargas Llosa le bastaron sus recuerdos, sus vivencias, y su buen gusto culinario.

Los traductores sí necesitan buenos diccionarios para cumplir a cabalidad su trabajo, aunque al final se trate de lograr solo un efecto plausible; pero que sus lectores extranjeros no se confundan, si es que vienen a Piura o a Amotape.

 

 

 
* Lingüista. Docente de la Facultad de Humanidades. Universidad de Piura. Artículo publicado en el diario El Tiempo, jueves 28 de abril de 2011.

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