04

May

2012

Por Enrique Ramírez Cortez

Por Julio Talledo. 04 mayo, 2012.

El dolor es algo intrínseco al ser humano. Siempre está presente, de alguna u otra forma  convive con nosotros. Está allí. Los médicos afirman que el dolor físico es muy útil porque avisa, pone en alerta, intenta decirnos que algo en nuestro cuerpo no marcha bien;  que prestemos atención y visitemos cuanto antes al especialista. Dolor físico a fin de cuentas.

Pero ¿qué significado tiene el dolor para un cristiano? ¿Sirve de algo esta singular experiencia? ¿Tiene “utilidad” o algo de positivo experimentar dolor constante, crónico?  No hay mucho espacio aquí pero intentaré decir algo.

En primer lugar, el dolor -como fenómeno palpable, físico- tiene también algo de misterio. No se entiende al cien por ciento y cuando es muy intenso, a veces, no permite pensar con claridad y en consecuencia tomar las mejores decisiones.  Pese a todo, tengo la certeza de que no estamos solos y por nuestra condición de creyentes intentamos encontrar una respuesta, una razón que justifique esa experiencia. La respuesta obviamente está en Él y la Cruz. Por cierto, me llevó tiempo reconocer esta realidad, de alguna manera la intuía levemente pero me costó aceptarla.

Estoy seguro de que el dolor también es una excelente ocasión para conseguir varias cosas valiosas para nuestra alma y nuestra vida. Puede servirnos, por ejemplo, para ser más conscientes de nuestras limitaciones físicas, como seres humanos; puede ser útil también para valorar lo poco o mucho que tenemos; para madurar y hacernos más fuertes espiritualmente. El dolor sirve también para ayudar a otros con nuestras oraciones; para acercarnos más a Dios y, en mí caso particular, para darme cuenta de que necesito de los demás y para ser muy agradecido con muchos: con la familia, con los colegas en la Facultad, con las autoridades en la Universidad, con mis alumnos, con el personal administrativo, con los amigos…

En segundo lugar, y tal como lo deja ver San Josemaría Escrivá en la siguiente cita no literal, si en medio del dolor, la Providencia nos da la gracia de sonreír a quien está delante de nosotros, eso sí que tiene un inmenso valor ante los ojos de Dios nuestro Señor. Así que mucho ánimo, que el dolor también es una excelente oportunidad para mejorar alabando a Dios.

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