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Jul

2012

El Papa declaró ‘venerable’ a Mons. Álvaro del Portillo

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(Piura).- Benedicto XVI firmó el decreto en el cual se reconocen las virtudes heroicas de Mons. Álvaro del Portillo, segundo Gran canciller de la UDEP; este es un paso fundamental para su Beatificación.

Por Julio Talledo. 02 julio, 2012.

(Piura).- El Papa Benedicto XVI firmó el decreto en el cual se reconocen las virtudes heroicas de Mons. Álvaro del Portillo, segundo Gran canciller de la Universidad de Piura y del Opus Dei; este es un paso fundamental para el proceso de Beatificación de Mons. Del Portillo. El actual prelado del Opus Dei y Gran canciller de la UDEP, Mons. Javier Echevarría, ha  se señalado que este es un motivo de agradecimiento “por este pastor ejemplar que amó al Señor y a su Iglesia, y a quienes le rodeaban o coincidían con él; además de rezar por la humanidad. Procuró en todo momento buscar el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios”, expresó.

Con este decreto, se reconoce que Mons. Del Portillo vivió heroicamente las virtudes cristianas, al respecto el Prelado del Opus Dei, principal colaborador del nuevo Venerable –desde 1975 hasta 1994– ha dicho: “irradiaba paz, alegría, sencillez, espíritu cristiano y visión apostólica… Don Álvaro es recordado por tantos hombres y mujeres como un sacerdote de paz, leal a su compromiso de amor a Dios; muy unido a la Iglesia y al Romano Pontífice; supo servir con alegría y total generosidad a san Josemaría Escrivá de Balaguer; a sus hermanos —luego hijos— en el Opus Dei; a sus parientes; a sus amigos y a sus colegas. Con su predicación ayudó a encontrar la felicidad en la fidelidad a Jesucristo a centenares de miles de personas en los diferentes países a los que realizó viajes pastorales”.

El venerable Del Portillo y la UDEP
Mons. Álvaro del Portillo dejó plasmado su cariño por la Universidad de Piura ­–que había aprendido y cultivado al lado de San Josemaría, y luego de la marcha al cielo del Santo– en las imágenes de la virgen Asiento de Sabiduría, San José y el Niño, que obsequió a la UDEP en junio de 1981, y que presiden el campus universitario (en la Ermita), desde noviembre de 1982.

Con el decreto que acaba de dar el Papa, los encargados de su causa de beatificación deberán presentar un milagro documentado atribuido al Venerable, para continuar el proceso de Beatificación.

Hay que señalar que para emitir esta declaración sobre las virtudes del Segundo Gran canciller de la Universidad, se tuvieron que analizar los pros y contras de su vida y costumbres, interrogando a 132 personas, 71 de ellas no pertenecen al Opus Dei. Entre los interrogados hubo 19 cardenales y 12 arzobispos y obispos.

Mons. Álvaro del Portillo (sentado) junto al Mons. Javier Echevarría.

Mons. Álvaro del Portillo
Nació en Madrid el 11 de marzo de 1914; era el tercero de ocho hermanos. Fue ingeniero, doctor en Filosofía y Letras y en Derecho Canónico; en 1935 se incorporó al Opus Dei. Muy pronto se convirtió en el más sólido apoyo del fundador, san Josemaría Escrivá de Balaguer. Fue ordenado sacerdote en 1944.

En 1946 se trasladó a Roma. Con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede realizó una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares.

Desde el pontificado de Pío XII hasta el de Juan Pablo II desempeñó numerosos encargos en la Santa Sede. Participó activamente en el Concilio Vaticano II y fue durante muchos años consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El 15 de septiembre de 1975, tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. Desde entonces, hasta su muerte en 1994, promovió el comienzo de la actividad pastoral de la prelatura en 20 nuevos países. Como prelado del Opus Dei, estimuló también la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas.

Falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. Tras su muerte, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.

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