24

Abr

2012

La ausencia de lectura nos hace menos libres

(Piura).- Crisanto Pérez Esáin, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación, explica que la lectura es clave para fomentar la capacidad cognitiva en los escolares.

Por Julio Talledo. 24 abril, 2012.

(Piura).- Hoy en día, las estadísticas arrojan cifras alarmantes sobre la escasez de lectura y su impacto en los escolares. Ya sea por el precio de los libros, por deficiencias en el sistema educativo o falta de voluntad de los involucrados, este es un problema que se debe afrontar. El Dr. Crisanto Pérez Esáin, docente de la Universidad de Piura, habla sobre este tema. Él será unos de los expositores del 1er Congreso Internacional de Educadores, organizado por el colegio Vallesol.

Pérez Esáin, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UDEP, explica que la lectura es clave para fomentar la capacidad cognitiva en los escolares, “pues conforme se avanza en los estudios, el porcentaje de conocimientos y capacidades a alcanzar depende de la lectura, de libros de texto en edad escolar; pero también de apuntes, libros, artículos científicos, notas técnicas y separatas en la universidad. Un alumno con problemas de comprensión de lectura tendrá serios problemas en el mundo universitario”, anota.

¿Cómo resumiría usted la importancia de la lectura?
Además de lo expresado, la lectura nos prepara para la vida. La lectura es elegir: elegir para dar sentido a lo que se lee, para darle un significado, valorar más la importancia de un personaje o de otro; elegir también qué experiencia de nuestra vida aportamos para completar el significado de lo que estamos leyendo. La vida consiste en optar, en elegir, y de vez en cuando debemos mirar hacia atrás para leer nuestra vida, interpretar si las decisiones que hemos tomado apuntan hacia una dirección, si dan coherencia y sentido a nuestra vida. Eso, con la lectura, se hace a cada vuelta de página. En resumidas cuentas, la vida es un libro que se escribe, pero también que se lee.

¿Qué opina de publicaciones como las de Coelho o las de fantasía que leen los adolescentes?
A todo profesor de Literatura le encantaría que sus alumnos disfrutaran igual leyendo la Ilíada en verso que una obra de Coelho, pero no es así y lo sabemos. La cuestión es que lea mucho, que si lo hace cada vez pedirá más, porque cuando el lector abre un libro lo que hace es preguntarle qué quiere contarle. Si el nivel de la lectura es bajo, y se agota con una primera leída, un lector ávido de respuestas, no quedará satisfecho.

¿Qué consecuencias trae la ausencia de lectura en la formación del adolescente?
Más que traer, la ausencia de lectura se lleva, quita cosas. Nos hace menos libres, porque nos sustrae la posibilidad de estar preparados para saber elegir. Restringe, además, nuestra experiencia vital al aquí y ahora, a los límites que nuestra existencia nos impone, a lo que vemos y oímos a nuestro alrededor. La lectura, sin embargo, amplifica nuestras posibilidades, más allá de nuestra realidad circundante, hace que superemos las barreras históricas y geográficas de nuestra vida. No hay que nacer en Moscú en el siglo XIX para entender cómo era la vida de un juez ruso en aquella época, basta con leer La muerte de Ivan Ilich, por ejemplo.

¿Cuáles son las obras más recomendables para leer?
Depende de la circunstancia. No siempre uno desea leer obras sesudas, tratados filosóficos. La lectura es una opción de ocio, durante mucho tiempo, casi la única que se ha tenido. A mí me encanta el cine que me hace pensar, pero hay momentos en que lo único que quiero, por cansancio, es ver una película con muy buen argumento, sin grandes disquisiciones filosóficas o profundidades sicológicas. Con la lectura ocurre lo mismo. Hay días que son para Borges, pero en otros prefiero a Arthur Conan Doyle y su serie de Sherlock Holmes, Agatha Christie y compañía. Por otro lado, hay que tener cuidado con los encasillamientos, porque la historia literaria da muchas vueltas. La recepción de obras como El Señor de los Anillos no fue muy buena en su origen, se la consideraba algo superficial. En la actualidad la entendemos como una obra monumental, resumen casi de la épica universal.

¿Recomendaría remplazar estos por los clásicos de siempre?
Existe una política editorial que aboga por los libros nuevos, con historias contemporáneas a sus lectores, en los que se pretende una mayor cercanía entre los problemas del adolescente y los conflictos de la novela. Por otro lado, hay quien piensa que los libros a recomendar no pueden ser posteriores a Julio Verne. Considero que ambas posturas están equivocadas. No se puede descuidar la lectura de los clásicos, que no lo son por ser antiguos, sino porque muestran historias, personajes, problemas, que han sobrevivido a la época en que se crearon. No se puede desdeñar Antígona cuando ha sido leída con interés durante 2500 años. Lo que habría que hacer es relacionarla con obras como La hojarasca de García Márquez o País de Jauja, de Rivera Martínez (por poner un ejemplo peruano contemporáneo), novelas que dependen en gran parte de la obra de Sófocles.

Según el Consejo Nacional de Educación, los peruanos leemos menos de un libro por año, un alarmante promedio de 0,86. ¿Cuál cree que sea la raíz de este problema?
No hay una sola raíz. En el ámbito educativo peruano, muchas veces se entiende la lectura como un deber, no como un derecho. Se la rodea de una serie de obligaciones que nada tienen que ver con la misma. La lectura, como actividad cognitiva es excelente, y en edad escolar no haría falta acompañarla de tareas, trabajos o controles de lectura -porque a nadie le gusta hacer tareas-, por lo tanto, si queremos que la gente lea, no podemos convertir la lectura en una tarea, sino en un acto que dé placer.

Por otra parte, la enseñanza de la Literatura se ha olvidado durante mucho tiempo de las obras. Los profesores han dado a leer novelas a sus alumnos para terminar hablándoles de la época, de la vida del autor y del argumento de la novela, pero ha faltado llevarles a una reflexión sobre el comportamiento de los personajes en la obra, sobre el sentido de determinados pasajes, de por qué el autor ha elegido determinados nombres para sus personajes, por qué ha optado por determinado narrador o ha decidido comenzar por el final de la historia. Es decir, según ciertas tendencias didácticas -que para mí no lo son-, un alumno puede aprobar un curso de Literatura sin haber leído una sola de las obras que componen el plan lector.

¿Qué deben hacer los maestros para incentivar el hábito de la lectura?
Convertirlo en un acto placentero, y no en una tarea. Convertir el aula en un espacio en el que el diálogo sea fundamental, más que la exposición o la prueba escrita. El maestro debe olvidarse de las preguntas que vienen al final de muchas obras en casi todas las ediciones escolares y descubrir por sí mismo el placer de vivir otras vidas a través de la lectura.

 

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