Por Francisco Bobadilla Rodríguez

Por Julio Talledo. 17 enero, 2012.

Jaime de Althaus ha escrito un nuevo libro, “La promesa de la democracia. Marchas y contramarchas del sistema político en el Perú” (Lima, Editorial Planeta: 2011). Es una lectura de la política peruana de los últimos veinte años, principalmente. Lo que me ha llamado la atención del libro es la forma en la que el autor presenta esta reciente historia. Lo hace desde una posición liberal: democracia política y economía de mercado. Por tanto, los aciertos y desaciertos de este período de nuestra historia son valorados desde esta toma de posición. Planteamiento válido, desde luego, mas al precio –a mi modo de ver- de encorsetar los hechos en moldes predefinidos que, indudablemente, dan claridad a la propuesta del autor, pero sacrifican la riqueza de la realidad.

Es un libro bien documentado que, para quienes formamos parte de la población económicamente activa desde los ochenta, nos resulta familiar. Althaus cuenta, valora y cataloga la historia que va de Alberto Fujimori al segundo gobierno de Alan García. Colapso del populismo a fines de los ochenta con el funesto gobierno del primer García. Inicios de la economía de mercado en el primer gobierno de Fujimori, autoritarismo creciente en el segundo tramo de su gobierno que termina en la corrupción ya conocida. Estilo de gobierno que Althaus llama “neopopulismo sostenible y neoclientelismo tecnocrático”. Un régimen que funcionó así, dice el autor, debido a la escasa práctica de ciudadanía de los muchos que permitieron una suerte de democracia delegativa, es decir, cesión del poder a un líder personalista, sin casi ningún control efectivo.

Los gobiernos de Toledo y García siguieron otro modelo. Dejaron de lado el personalismo clientelista de Fujimori y se lanzaron hacia la institucionalidad descentralizada. Le dieron poder a las Regiones y municipios generándose una descentralización “sin base contribuyente fiscalizadora que alimentó el patrimonialismo, la corrupción y el conflicto”. Es decir, hicieron obra, pero muchos funcionarios utilizaron ilícitamente los dineros públicos. Además, les faltó pueblo. Tendrían que haber sido el líder carismático del que hablaba Max Weber. La frialdad de las reformas económicas y de los cambios estructurales que se dieron no ayudó a la madurez de la ciudadanía.

De los temas más graves que vislumbra Althaus es la ausencia de los partidos políticos nacionales. Le asusta la fragmentación política actual. De otro lado, el autor mira, también, con recelo el poco sentido democrático liberal de los peruanos que según encuestas recientes, da como resultado que tres de cada cuatro peruanos tiende a la democracia con deriva autoritaria. Althaus considera que este gen autoritario de nuestra realidad política, es herencia colonial: el patrón abusivo se traslada a cualquier autoridad, de ahí la desconfianza al orden establecido y sus leyes. ¿Cuál sería la solución de estos males? Modernizar, profesionalizar el Estado, una clase media activa y contribuyente, poderes independientes y propiedad clara como el agua. Bien, un país republicano, moderno, liberal en su política y en el mercado. Las taras serían coloniales; el futuro, liberal. La grandeza del Perú queda en manos de los procesos. Un país de libro, pero no me queda claro si ese es nuestro país. Todo se reduce a mecanismos (racionales y liberales, por supuesto).

Althaus ha logrado presentar un cuadro convincente –aunque discutible- de nuestra reciente historia republicana. Hay una buena teoría política, pero existe un serio déficit de antropología. Me parece que en el camino se le escapó del juego el peruano de carne y hueso, libre e inteligente, capaz de saltar las vallas de las ideologías a fuerza de sentido común y hombría de bien. El gran ausente es el alma del peruano, el corazón en donde se cocinan los grandes proyectos y las no pequeñas maldades.

Docente.

Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.

Universidad de Piura.

 

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