Desde hace unos cuantos años se vive en el mundo una revolución culinaria que ha llevado, quizá, a sobrevalorar la función básica de la alimentación. Se vive ahora la efervescencia de la “alta cocina” y la moda impone lo “gourmet”, palabra que trae consigo una manera de proceder en el ámbito culinario, que se ha […]

Por Shirley Cortez González. 12 marzo, 2012.

Desde hace unos cuantos años se vive en el mundo una revolución culinaria que ha llevado, quizá, a sobrevalorar la función básica de la alimentación. Se vive ahora la efervescencia de la “alta cocina” y la moda impone lo “gourmet”, palabra que trae consigo una manera de proceder en el ámbito culinario, que se ha llamado “gastrosofía”, que implica tener en cuenta no solo el sabor (que debe ser exquisito), sino también productos de la mejor calidad (orgánicos, exóticos, exclusivos…), la preparación y presentación final cuidadas al detalle. En fin, se trata de un nuevo hedonismo enfocado en el placer de la comida, disfrutándola con todos los sentidos.

Esta voz, de origen francés, se halla en el Diccionario con dos acepciones; la primera remite a “gastrónomo”: ‘Persona entendida en gastronomía’ o ‘Persona aficionada a las comidas exquisitas’. La segunda, como adjetivo: ‘Dicho de una cosa: propia de un gourmet”. En cuanto a su escritura, la Academia recomienda la forma “gurmé(s)”, aunque su propuesta no ha tenido aún mucha acogida en el habla peruana.

Como sustantivo el/la “gourmet” equivale a “sibarita”, palabra latina procedente de Síbaris, ciudad italiana, famosa por la riqueza y el refinamiento de sus habitantes. Esa idea de exquisitez es la que se evoca en el extranjerismo “gourmet”; básicamente serían lo mismo.

El caso del adjetivo “gourmet” se ha convertido en el acompañante ideal de cuanto sustantivo quiera alguien destacar y sacar del rango de lo “normal”. Así, encontramos restaurantes, cafés, cocina, canastas, desayunos, almuerzos, cenas, cartas, platos, productos… “gourmet”. Con esta etiqueta, se pretende que el consumidor los considere como algo de óptima calidad, lujoso, exclusivo, sabroso y, por supuesto, caro, aunque algunas veces sea solo una estrategia de marketing para atraer consumidores que puedan y quieran pagar más.

Lo “gourmet” se contrapone, por tanto, a lo casero, popular, sencillo, tradicional, barato. Lo diametralmente opuesto sería un “agachadito” o una “ramadita”, tanto por la infraestructura del local como por la elaboración y presentación de la comida, no por el sabor, que bien puede ser igual o mejor que el de un “gourmet”. Así, como adjetivo, esta palabra se erige como una marca de distinción, de exclusividad…; es decir, como una barrera social más.

Por último, lo gourmet se extiende a otros ámbitos en los que indica también exquisitez, sofisticación: ladrón gourmet (porque robaba cruasanes); película, estilo, experiencia, poeta… “gourmet”.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura

Artículo publicado en el diario Correo (Piura), domingo 4 de marzo de 2012.

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