Por Carlos Arrizabalaga Lizárraga

Por Carlos Arrizabalaga. 07 marzo, 2012.

Mario Vargas Llosa guarda siempre un recuerdo especialmente cariñoso por sus profesores del Colegio San Miguel. Los del Leoncio Prado eran en algunos casos excelentes: el joven Mario escuchaba “entusiasmado” a Aníbal Ismodes y también recibió clases de César Moro, un gran poeta peruano y una figura intelectual por la que luego sentiría admiración. Pero Néstor Martos, de “figura desbaratada” era “un excelente profesor de Historia” que “encandilaba, fascinaba a los alumnos”.

En El pez en el agua también expresa un gran respeto por el doctor Guillermo Gulman y sus preocupaciones cívicas y por Robles Rázuri tiene un sentimiento “algo desangelado” porque les hacía memorizar los adjetivos con que calificaba a los clásicos, pero sí que trasmitía pasión por la literatura. Le prestó libros, dos de Azorín, y con ellos despertó una decidida preocupación por el estilo, que será una constante en el escritor. Lo admiraba porque enseñaba con pasión y no solo para ganarse la vida.

José Estrada Morales se asoma fugazmente en el relato de Los jefes (1957), pero tendrá palabras especialmente afables para el venerado profesor y periodista, “también un magnifico incitador en lo que se refiere a vocación literaria”. Lo lloramos todos, y es que también nos parecía inmortal.

Ambos escribirían artículos recordando a Mario en estas mismas páginas. José Estrada destacaba la piuranidad de Vargas Llosa en diciembre de 1972, palabras que ya había empleado en la revista Época en septiembre de 1968. En la “añoranza” de Vargas Llosa por Piura cifraba un “sentido de piuranidad”, porque la plaza Merino, el cauce seco del río, el malecón y el puente viejo constituían “un recuerdo agradable, vivencialmente constructivo” para el escritor. El año anterior, Vargas Llosa había publicado, con tinta verde, “la historia secreta” de la novela en la que desgranaba recuerdos y saludos a los mangaches y casi con disculpas porque Piura y los piuranos aparecían sórdidos y agresivos en La Casa Verde (peor será luego en La Chunga), envueltos en un manto ideológico que no se anunciaba todavía en Los jefes.

En septiembre de 1973, el profesor Estrada publicaría un deslinde oportuno entre el padre García de la realidad y el personaje de La Casa Verde, que comenzó siendo “negativo” en la obra pero termina avivando afectos y demostrándose “capaz de despertar un sentimiento de solidaridad, como lo reconoce el mismo autor”. Los personajes que pueblan el mundo de La Casa Verde tienen un basamento real, pero aunque quiso castigarlo y hacerlo odioso, finalmente será “uno de los más simpáticos” y es que las novelas se escriben (dirá en 1971) “con obsesiones y no con convicciones”. Es un misterio la relación que tiene el escritor y la ciudad, y Piura le había dejado una impresión imborrable no tanto por su clima peculiar o sus calles peraltadas sino porque por un año vivió un entorno familiar estable –con sus tíos Lucho y Olga– y por el apoyo que encontró entre sus profesores, y en especial en Jesús Santos García.

El profesor Carlos Robles sentía palpitar a Piura en el corazón de Vargas Llosa, y lo consideraba “el mejor embajador de Piura” en uno de los tantos artículos con que colaboraba con El Tiempo. Se sentía “amigo del alma de Vargas Llosa, un amigo a lo piurano” porque le dio lo que sabía sin pedirle nada. Le agradecía que Vargas Llosa declarara “la grandeza de esta noble tierra por el mundo” porque Piura estaba en el corazón del escritor y aquí “se llenó de razones y motivos para consolidar el alma de escritor que puso en él la Providencia”.

“Y es que, bien mirado, –continúa Robles– Vargas Llosa y Piura son una unidad. Muchos de los personajes de sus obras son gentes de carne y hueso, conocidos nuestros; varios de los paisajes y escenas las hemos visto o las vemos desfilar ante nuestros ojos a diario, y si no las ponemos en letra de molde y no hacemos de ellos creaciones literarias es porque nos falta la sensibilidad del creador”.

Vargas Llosa y sus profesores se demostraron agradecimiento, cariño, respeto y admiración. Ahora que se preparan ceremonias y homenajes a Mario Vargas Llosa recibámoslo con elegancia y respeto de la mejor manera posible,  sin mezquindades, disensiones ni torpezas. Más que nada, agradecidos.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura.

 

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