Aún es una incógnita si Nicolás Maduro, presidente electo de Venezuela, tendrá un estilo de gobierno similar al de su predecesor.

Por Carlos Hakansson. 22 abril, 2013.

No conocemos las habilidades de Nicolás Maduro como presidente. Nos preguntamos si el virtual ganador de un polémico proceso electoral será capaz de controlar las fuerzas al interior del partido, si podrá identificar los “apetitos de poder” de quienes quieran ocupar su puesto. Todavía es una incógnita saber si su estilo de gobierno será similar al de su predecesor. El candidato de la reciente contienda, Henrique Capriles, ahora opositor del régimen, llama a Maduro “presidente ilegítimo”; es decir, un gobernante sin un justo título para el mando (concepto de legitimidad). Por eso, si se comprobara que el proceso electoral fue fraudulento, su nombramiento sería ilegítimo y tendría que dejar el cargo y convocar nuevas elecciones.

La situación política de Venezuela revela una vez más que no está preparada para el ejercicio  democrático  formal ni material porque la democracia ha sido secuestrada hace más de una década, no se encuentra en las instituciones sino en la calle. Por eso, este es el momento en que debe despertar, a partir de los últimos resultados electorales. La estructura de poder que ha dejado el expresidente Hugo Chávez, se puede resumir en un clientelismo institucionalizado que empieza en la cumbre del poder y termina en su último funcionario público, contando además con un importante número de beneficiados con dinero procedente del petróleo, que dan –a cambio–lealtad al  régimen.

No es descabellado coincidir con el sector de prensa que sostiene que el régimen de Maduro tendrá la tarea de realizar necesarios ajustes económicos; por eso, si  Henrique Capriles hubiese ganado las elecciones tendría que iniciar una transición democrática que no culminaría durante su eventual mandato presidencial. Sería el encargado de reestructurar el sistema y rumbo económico: sincerando las cifras, con un conjunto de políticas impopulares que afectarían la aprobación inmediata de su gobierno y provocarían el resurgimiento del chavismo.

En resumen, si Nicolás Maduro termina juramentando como nuevo presidente, esperamos que sea el comienzo del fin del chavismo sin Chávez; la culminación de un régimen cercano a una “dictablanda”: una dictadura camuflada con un texto constitucional formal  y elecciones periódicas. Lo lamentable, es la fortaleza extra que deberán tener los venezolanos que desean vivir y ser gobernados en libertad.

Hakansson

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