Aunque el título pareciera el de una fábula, no narraré la historia de un “pequeño”, un “insecto” y un “ave”; sino que explicaré la distinción entre apodos y alias, sobrenombres y seudónimos. Los apodos y alias como lo señala la Ortografía de la lengua española (2010: 469) son denominaciones de carácter descriptivo basadas en algún […]

Por Carola Tueros. 05 noviembre, 2013.

Aunque el título pareciera el de una fábula, no narraré la historia de un “pequeño”, un “insecto” y un “ave”; sino que explicaré la distinción entre apodos y alias, sobrenombres y seudónimos.

Los apodos y alias como lo señala la Ortografía de la lengua española (2010: 469) son denominaciones de carácter descriptivo basadas en algún rasgo o condición de la persona referida, que acompañan al antropónimo o lo sustituyen. Así al periodista Jaime Bayly se le conoce como el Niño Terrible porque en sus inicios televisivos, década de los 80, ponía en aprietos a sus entrevistados con tan solo 20 años; al futbolista Lionel Messi le dicen la Pulga por su corta estatura; y a la exconductora Magaly Medina, la Urraca por vocinglera.

Ejemplos como Rodrigo Gonzáles Peluchín o Margaret Thatcher, la Dama de Hierro evidencian su aparición junto al nombre. Otros como Ernesto “Che” Guevara o Miguel “Conejo” Rebosio obligan colocarlo en cursiva o entre comillas para diferenciarlo del resto de los elementos, ya que aparece entre el nombre de pila y el apellido.

Los sobrenombres, por otra parte, si bien se confunden con los apodos y alias, son calificativos que siempre deben juntarse al nombre propio: Isabel la Católica, Alfonso X el Sabio, Iván el Terrible, Aristóteles el Estagirita, Catalina la Grande, Luis XIV el Rey Sol, Jack el Destripador, etc.

Y los seudónimos o falsos nombres, en cambio, son aquellos que se emplean en determinados ámbitos evitando el antropónimo verdadero. El Diccionario panhispánico de dudas (DPD: 2005) aclara que no son voces sinónimas de alias y sobrenombres.

Nacen por diversos fines como evadir la inquisición o la persecución política, la originalidad y el preferir un nombre sencillo de fácil recordación o acogida: Azorín (José Martínez Ruiz), Tirso de Molina (fray Gabriel Téllez), Orestes (José Martí), el Pobrecito Hablador (Mariano José de Larra), Mark Twain (Samuel Clemens), Lenin (Vladímir Ilich Uliánov), Gandhi (Mohandas Karamchand), Houdini (Erik Weisz), Quino (Joaquín Salvador Lavado), Buffalo Bill (William Cody), Martin Sheen (Ramón Estévez), Natalie Portman (Natalie Hershlag), etc.

La normativa ortográfica indica que todas estas formas deben utilizar la mayúscula inicial no así los artículos que pueden presentarse, puesto que realmente no forman parte de la denominación. Esto lo comprobamos al usar como vocativos dichas designaciones: ¡Niño Terrible, ven al Perú!; ¡Qué golazo, Pulga!; ¡Urraca, lee bien este artículo!… Y, fin de la historia.

el niño terrible la pulga y la urraca

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