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Mar

2013

Las enseñanzas de Don Rafa, como le llamaban quienes le conocieron de cerca, fueron muchísimo más allá de las clases de Geometría o las Deontología profesional...

Por Elena Belletich. 25 marzo, 2013.

estartus_rostro_ingenieriaLa mañana de ayer, en la Universidad de Piura recibimos consternados la noticia del fallecimiento de uno de nuestros profesores, un pionero, un profesor y amigo de especial carisma y humildad; de extraordinaria sabiduría, generosidad, calidad humana y espíritu cristiano. Me refiero a Don Rafael Estartús Tobella, un español llegado al Perú en 1957 y dedicado a Piura, desde 1973, a través de la docencia y de la investigación; de la formación de generaciones de ingenieros. Una persona a carta cabal que hacía vida el lema de la UDEP, “mejores personas, mejores profesionales”.

Las enseñanzas de Don Rafa, como le llamaban quienes le conocieron de cerca, fueron muchísimo más allá de las clases de Geometría o las Deontología profesional; traspasaron las fronteras de las aulas porque su coherencia de vida y la práctica de virtudes que vivía día a día traslucían y eran aprendidas por quienes le conocieron. Enseñaba hasta con el más simple detalle, como cuando recogía los papeles que hubieran tirados en las veredas para depositarlos en las papeleras; y también enseñaba con la amabilidad y cariño que ponía al preguntar por la familia de sus amigos o los problemas y dificultades de sus estudiantes y colegas.

Cada año, los estudiantes, docentes y trabajadores universitarios correspondían, con 10 minutos de su tiempo, a todo lo que recibían de Don Rafa. Llegando desde distintos centros y facultades de la Universidad se agolpaban al pie del edificio 80, esperando que desde el balcón del tercer piso apareciera Don Rafa, especialmente, con los caramelos que lanzaba cada 19 de octubre (por su cumpleaños) a quienes llegaban a saludarlo con canciones y aplausos.

Inclusive en eso balonazos enseñaba con frases como: “¡pórtense bien y recuerden que Dios es un artículo de primera necesidad y debe estar antes que nada” o “Estudien, participen en clase, esfuércense por ser realmente mejores personas y  mejores profesionales”; o con la frase “¡Fuerza mineros!”, o simplemente con su ejemplo de puntualidad, de exigencia, de responsabilidad. No excedía los 10 minutos del intervalo, y luego enviaba a todos a sus clases. En una de nuestras conversaciones me dijo: es que la clase está primero que todo… “Los alumnos a veces no quieren ir a clase… pero hay que exigírselos y yo creo que les hemos exigido”, me dijo.

Inclusive con su partida, justo en el inicio de la Semana Santa, nos mueve a la reflexión y a la remembranza de sus enseñanzas de su ejemplo de profesional, de maestro y de amigo. Su gran espíritu cristiano, así como su inmenso amor a Dios y a la Virgen eran conmovedores. Eran lugar común en sus conversaciones la recomendación de que promovamos más los valores, las virtudes, las cosas buenas…  Por supuesto que también le irritaban mucho las injusticias y la dejadez, sobre todo si se trataba de defender a los más indefensos, como al no nacido; por ello escribió varios artículos a favor de la vida.

No era piurano de nacimiento, lo repito; pero amaba a Piura como si él hubiera salido de sus entrañas; y quiso a sus estudiantes y a los graduados a los que les enseñó. Llegó a decirme: “el alumno piurano es de los mejores del Perú y del mundo. Cuando he sido Decano y los he apoyado en cosas en las que tenía razón me lo han agradecido, cosa que a mí me ha conmovido. Son nobles, y como ellos, hay mucha gente noble aquí”.

En una de nuestras últimas entrevistas me dijo que el fracaso y el éxito no se miden por la cantidad de dinero acumulado: “el fracaso es irse al infierno y el éxito es llevar a la gente al cielo”. No me cabe duda de que Don Rafa ha sido un hombre de gran éxito y que la recompensa será grande. Creo que por sus cualidades, sus virtudes, su don de gente y su valor humano, es ya, desde el balcón del cielo, junto a quienes le han  precedido en su partida (San Josemaría; y los pioneros de la Udep) un intercesor más de las esperanzas y retos de la Universidad de Piura y de quienes forman parte de ella. ¡Don Rafa, descanse  en Paz!

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