Mañana, 17 de marzo se realizará el proceso de revocatoria contra la Alcaldesa de Lima, probablemente el más mediático, tanto que pareciera que todos los ciudadanos del país fuéramos a votar este domingo. En varias oportunidades hemos comentado que la revocatoria es una institución que si no se utiliza con cuidado podría ser peor que […]

Por Carlos Hakansson. 19 marzo, 2013.

Mañana, 17 de marzo se realizará el proceso de revocatoria contra la Alcaldesa de Lima, probablemente el más mediático, tanto que pareciera que todos los ciudadanos del país fuéramos a votar este domingo.

En varias oportunidades hemos comentado que la revocatoria es una institución que si no se utiliza con cuidado podría ser peor que la enfermedad. Debemos recordar que esta institución se encuentra más cerca de las democracias directas que las representativas. Es importante resaltar esta afirmación pues, actualmente ninguna comunidad política se organiza como una democracia directa, pese a que las representativas incorporan algunas de sus instituciones (referéndum, plebiscitos, revocatoria, entre otras).

Si bien las instituciones de democracia directa están incluidas en las constituciones modernas, pueden convertirse en un “arma de doble filo” para la estabilidad política. Lo explicamos: el problema con las instituciones como el referéndum o la revocatoria es que, en la práctica, no se aplican gracias a la espontaneidad de la ciudadanía sino que suelen ser promovidas gracias a  una campaña organizada por la oposición política; concretamente, por los candidatos que perdieron una elección, o por algún grupo de presión (más conocidos como lobbies) que, solicitando la documentación necesaria en el Jurado Nacional de Elecciones, tienen la capacidad de movilizar a la ciudadanía para cumplir con los requisitos formales y lograr su objetivo por medio de una campaña en las calles, plazas y a través de los medios de comunicación.

La presencia de la revocatoria en las constituciones modernas se explica cuando la ciudadanía no percibe una debida fiscalización y decide manifestar su disconformidad antes del próximo proceso electoral. La idea de fondo es que si la mayoría del electorado otorga su voto y confianza a un candidato (a una alcaldía, por ejemplo), lo puede retirar votando a favor de la revocatoria si no satisface las expectativas ciudadanas.

El problema se encuentra cuando algún grupo de presión, movimiento o partido político puede capitalizar ese sentimiento en su beneficio, ganar aprobación con la revocatoria y presentarse como una mejor opción política en los próximos comicios. En el fondo, es cierto que la revocatoria promueve la participación ciudadana, y con ello la democracia, pero hay que evitar que –por un ejercicio irregular– se desnaturalice la institución.

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