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Maria del Cármen Barreto

Por Julio Talledo. 28 octubre, 2013.

Cada vez que tengo oportunidad de conversar con mis alumnos, amigos y profesores en ejercicio, suelo preguntar si les gusta la química, la física o la biología. En la mayoría de los casos la respuesta es un ¡no! rotundo, aunque hay varias excepciones. El común denominador de sus respuestas es un no, y añaden: ¡Es muy difícil!

Mis amigos, que tienen hijos en edad escolar, a menudo me llaman para preguntarme por un experimento para una feria de ciencias (ya habrá oportunidad de conversar sobre este tema en otro artículo) y siempre dicen: “es que yo no sé nada de esto, no puedo ayudar a mi hijo”.

A través de este artículo le invito a recordar cuál fue la mejor clase de ciencias que recibió cuando estudiaba en el colegio o en la universidad. Quizás, cuando pensamos en una clase de ciencias, lo primero que nos viene a la memoria son una serie de fórmulas complicadas, teoremas, gráficos, nomenclaturas.

De las respuestas que he ido recogiendo a lo largo de estos años, puedo extraer algunas positivas, que me han llamado la atención: “Recuerdo aquella clase en que trabajamos con circuitos eléctricos. Armamos un circuito eléctrico y entendí cómo funcionaba mi linterna”; “Yo recuerdo aquella vez cuando el profesor preguntaba y nos dejaba pensar, pero, además, podíamos probar nuestras hipótesis”. O, por el contrario: “Creo que nunca entendí lo que me explicaron”. También son frecuentes comentarios de este tipo: “No veía la aplicación de lo que hacíamos en lo que luego iba a ejercer” o “Nunca hicimos experimentos, no teníamos laboratorio”.

Olvidemos las ‘recetas de cocina’

Si ahora relacionamos estos comentarios con los resultados de las pruebas PISA, podemos plantearnos que los profesores de ciencias tenemos que volver a pensar sobre cómo dictamos nuestras clases en el aula. Una reflexión interesante podría encaminarse con estas cuestiones: ¿Estoy propiciando que, en clase, mis alumnos adquieran una serie de habilidades de pensamiento científico?; cuando diseño mis actividades experimentales, ¿tomo en cuenta las dos caras de la ciencia?, ¿cómo las llevo al aula?, ¿lo hago como una receta de cocina, es decir, entrego una guía con una serie de instrucciones que el alumno sigue, pero con la que no se saca mucho provecho en lo que a aprendizaje se refiere?

Pensemos que si buscamos una forma diferente de enseñar ciencias, por ejemplo, generando actividades para que nuestros alumnos adquieran una serie de habilidades propias del pensamiento científico que los prepare para el futuro, posiblemente tendremos más estudiantes que quieran seguir una carrera de ciencias o ser profesores de Química o de Física, por ejemplo.

De otra parte, los profesores de ciencias tenemos que redescubrir la ciencia en nuestra vida cotidiana y llevarla al aula. Los invito a pensar en cómo diseñaría una clase de ciencias en la cual se puede llegar a explicar por qué el pan que comemos todos los días tiene unos agujeros.

Empiece por abrir un pan y observar. Luego, busque información: ¿cómo se hace el pan? (esta  dirección puede serle útil: http://www.consumer.es/seguridad-alimentaria/sociedad-y-consumo/2005/02/16/20109.php#). Haga el diseño experimental, seleccione las variables a controlar, etc. (en esta página hay unos datos interesantes: http://blogs.elcomercio.pe/vidayfuturo/Experimento_gas.jpg).

Hágase preguntas y trate de resolverlas, por ejemplo: ¿qué sucederá si coloco agua fría?, ¿qué sucede si varío la temperatura del agua (plantee sus hipótesis)?, ¿necesitaré un termómetro o tengo otra manera de hacerlo (sea creativo)? Y luego, a partir de sus resultados, saque sus conclusiones. Pero, no deje de preguntarse: ¿todos los panes son iguales? Consulte con su panadero: ¿qué diferencia hay entre la harina preparada y sin preparar? Revise las etiquetas de los productos…

Resultará una actividad divertida que, por cierto, no solo la pueden desarrollar en el aula de clase; también puede hacer ciencia con sus hijos. Le aseguro que no necesitará de un laboratorio, en el sentido estricto del término, porque para hacer ciencia escolar,  no siempre es indispensable un ambiente específico o ¿sí? ¿Usted qué opina?

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