27

Oct

2015

Falleció el profesor Nikolai Ezerskii, ‘El Ruso’

Docente, investigador y gran amigo de la UDEP desde 1993, falleció hoy en Piura, el doctor Nikolai Ezerskii. Un hombre de extraordinarias fe en Dios y devoción a la Virgen.

Por Elena Belletich. 27 octubre, 2015.

Además de su indiscutible excelencia profesional, su gran capacidad para hacer amigos entre colegas y estudiantes y la alegría que transmitió, quizá lo que más recuerden todos en la Universidad de Piura es aquel día, cuando luego de tantas dificultades y contratiempos, sufridos durante siete días, llegó a Piura, después a la UDEP, con el icono de la Virgen de los universitarios “Sedes Sapientiae“, traído de Ucrania, su tierra natal.

Nikolai otra

Nikolai Ezerskii: “Yo quiero decir a todos, que vine hace casi 23 años y he vivido en la Universidad de Piura como cualquier hijo de Dios. He demostrado que los ortodoxos no teníamos cachos, ni nada extraño”. (Piura agosto del 2015)

Comparto lo que escribí sobre él cuando lo volví a ver en agosto, después de un año. En setiembre, tuve la suerte de ser testigo, nuevamente, de su fortaleza, alegría y gratitud, cuando sus amigos de Hidráulica, de la Facultad de Ingeniería, le ofrecieron un almuerzo campestre en la Universidad, por su cumpleaños.
Recuerdos de un reencuentro
Hace seis años (en el 2009) le hice la entrevista para el periódico Campus, la titulamos: “Nikolai: El Ruso”. Luego de aquella, como siempre, esporádicos cruces; breves conversaciones; afectuosos saludos. Hoy, 18 de agosto, volvimos a vernos y a conversar. Una conversación larga, un encuentro afectuoso. No creo equivocarme al asegurar que el afecto es recíproco y la alegría de vernos también.
En el último año, desde que le detectaron el terrible cáncer, no lo había vuelto a ver. Todos llegamos a pensar, cuando nos enteramos de su mal, que se iría antes de los tres meses (mi padre duró solo dos, con ese mal). Y Ahí estaba, un año después: entusiasta, lleno de fe, lleno de alegría y dispuestísimo a compartirla. “Me voy a ir mañana, así con mis jeans, a dar una vuelta a la UDEP para saludar al Rector y a todos, pues”, me dice con ese inconfundible acento. “Quiero que todos me vean, que sepan que pese a todo pronóstico, estoy aquí, porque Dios quiere y hasta cuando él quiera”.
Hablamos de todo un poquito, de la dedicación y sufrimiento callado de su esposa Lyudmyla; de su pequeña Tatiana, quien acababa de ingresar a la Facultad de Comunicación; de las experiencias comunes como padres y de las luchas cercanas conocidas, contra el cáncer. Del dolor, de Dios, del propósito de los últimos papas de unir a todos los cristianos del mundo.
“Yo quiero decir a todos, que vine hace casi 23 años y he vivido en la Universidad de Piura como cualquier hijo de Dios. He demostrado que los ortodoxos no teníamos cachos, ni nada extraño. Y que es posible ser un buen cristiano aunque sea ortodoxo”, me dice. Recordamos el libro que escribió con el ingeniero Estartús; su cercana amistad con el Padre Vicente Pazos.
Hablamos de su constante preocupación por la falta de agua en Talara, Los Órganos… El daño que puede hacerle  a la Región hasta el más pequeño de los fenómenos El Niño.
Habló de su infinito agradecimiento a Dios; a la Universidad en este trance, a la Facultad de Comunicación que facilita todo para que su esposa lo acompañe en su tratamiento.
“Estoy aquí para mostrar que todo es posible, absolutamente todo. Estaba en los planes de Dios que yo estuviera yendo 10 años a un gimnasio y tuviera carne para afrontar la enfermedad. El cáncer no se ha detenido, pero como dicen los médicos: ‘has roto los esquemas y todas las estadísticas’. Contigo hemos roto todos los protocolos, le han dicho. Y, es que nadie se explica cómo, con un cáncer tan agresivo como el que tiene, de páncreas e hígado, aún sigue vivo. Con secuelas, con dolores… con todo aquello que lleva con santísima fortaleza.
¡Qué bueno ha sido verte Nikolai!, le dije. La verdad es que uno se amilana ante problemas tan sencillos y pequeños y mírate, con qué fortaleza, alegría y esperanza sobrellevas tu enfermedad. Los hijos, su engreída, y su amada esposa (Lyudmyla), con el gran amor de Dios y la Santísima virgen, lo fortalecen, lo sé… Me lo dice.
El jueves volverá a Lima. Vuelve a la “quimio”. Pero a su regreso hablaremos más, con grabadora de por medio, sobre él (el Ortodoxo que vino al Perú, y tuvo la hija que pensó que nunca llegaría) y donde dice que morirá, porque la siente su tierra. Hablaremos del agua de Talara, de El Niño, de lo que debe decirle al Gobernador. “Mañana iré a buscar un buen ‘lugarcito’ para Lyudmyla y para mí en Campo de Paz. Hay que estar preparados para todo; hacer testamento, arreglar los papeles”, expresa.
Hablaremos a tu vuelta. Sí, me dice. Me gustaría hablar de muchos temas. Un gran abrazo sella la despedida. Lo dejé en su oficina en el segundo piso del Instituto de Hidráulica, donde seguía arreglando sus papeles, sobre una caja, por la mudanza de oficina. ¡Qué bueno fue verte, doctor Ezerskii!, me dije, mientras me alejaba del Instituto de Hidráulica.
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