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El médico especialista en Medicina y Psicología Transgeneracional dictó clases en el diplomado Bases de la Psicología Humanista y ofreció la conferencia “La relación materno-filial desde el inicio de la vida”, donde habló acerca de la influencia que tienen las vivencias maternas en el desarrollo de la personalidad del hijo. ¿La concepción de una persona en el […]

Por Posgrado y Extensión. 19 octubre, 2015.

El médico especialista en Medicina y Psicología Transgeneracional dictó clases en el diplomado Bases de la Psicología Humanista y ofreció la conferencia “La relación materno-filial desde el inicio de la vida”, donde habló acerca de la influencia que tienen las vivencias maternas en el desarrollo de la personalidad del hijo.

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¿La concepción de una persona en el vientre materno es un acto únicamente biológico? ¿Puede un niño ser engendrado sin nada de amor? ¿Cuál es el momento más decisivo en la vida de todo ser humano? ¿Hasta qué punto necesita un bebé de su madre? Esta y otras cuestiones fueron tratadas por Gabriel Castellá (Argentina), investigador, sistematizador y divulgador de la “Teoría del Programa de vida”, creada por su padre, Herminio Castellá, en 1960.
“Entre los mamíferos, el ser humano es el que nace con mayor grado de inmadurez. ¿Esto es una ventaja o una desventaja? Aunque no lo parece, es una maravillosa ventaja; porque tornó indispensable un vínculo estrecho, profundo y permanente de la madre con su cría. La calidad y características inigualables de este vínculo fueron la base del lenguaje y la sociabilización humanos”, señaló.
Al referirse a la concepción, indicó que tiene cinco características distintivas: “Primero, es el momento más creativo de la vida humana, porque de él emerge un nuevo ser, absolutamente original, diferente e irrepetible. Segundo, es el momento más decisivo de nuestra vida: nadie hubiese podido ser engendrado antes o después de cuando sucedió, ni por progenitores distintos. Tercero, es el instante más trascendente: de no ser se pasa a ser, de no existir se pasa a existir; ello representa el más extraordinario salto cualitativo. Cuarto, ser concebido es ingresar en la temporalidad, en el flujo del tiempo; la concepción es nuestra edad cero, representa nuestro absoluto pasado. Quinto, el amor siempre está presente en la concepción, aunque sea en su mínima expresión. No existe ningún ser humano que haya sido engendrado sin nada de amor”.
Sobre este punto, explicó que así como la semilla no germina sin agua ni la planta permanece viva en completa sequía, el ser humano no es concebido ni se sostiene vivo si es carente absoluto de amor. El amor es el nutriente esencial de la vida humana. Toda mujer que gesta un hijo lo hace desde su predisposición, consciente o inconsciente, de procrear vida. En los casos de embarazos no deseados el rechazo no es absoluto; se produce, en lo inconsciente esa mujer, el choque de dos fuerzas contrapuestas: el amor que pugna por sostener esa vida y las fuerzas tanáticas que procuran eliminarla.
Castellá, médico psicoterapeuta especialista en Medicina y Psicología Transgeneracional y en Logoterapia, investiga en el vínculo materno-filial.
“En el período en que concibe a su hijo, que abarca semanas previas y semanas posteriores a la concepción propiamente dicha, toda madre hace para él un programa de vida. Este guion programático es una especie de hoja de ruta existencial para el futuro del hijo. Constituye una fuerza tendencial, no un determinismo. Tal programa de vida se basa en un trípode vivencial: las vivencias de la concepción, las vivencias de las circunstancias en que acontece la concepción y las vivencias y las experiencias ancestrales atesoradas en la madre y transmitidas de generación en generación.
En ese sentido, explicó, deja una impronta profunda en el hijo, el modo y afectividad con que la madre lo concibe, qué la motiva a dar vida, la calidad del vínculo de pareja cuando engendra, las expectativas con que lo gesta, las características de las circunstancias y cómo son vividas, y el cúmulo de experiencias ancestrales. Por ello, puntualizó Castellá, “la mujer es el reservorio de cultura y la gran transmisora de valores de la humanidad”.
 

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