Hoy, que celebramos el amor y la amistad, me preocupa constatar que hay “sombras” que quieren opacar el brillo de este don precioso, mezclando el romance con  la violencia y la dominación-sometimiento. Es el producto de una cultura machista y violenta que nos ha malogrado la vida por generaciones. Definitivamente, no necesitamos más de esto. […]

Por Carlos Guillén. 23 febrero, 2015.

Hoy, que celebramos el amor y la amistad, me preocupa constatar que hay “sombras” que quieren opacar el brillo de este don precioso, mezclando el romance con  la violencia y la dominación-sometimiento. Es el producto de una cultura machista y violenta que nos ha malogrado la vida por generaciones. Definitivamente, no necesitamos más de esto.

En el amor humano existen estas sombras porque el pecado arrastra consecuencias. «Sentirás atracción por tu marido, pero él te dominará» (Gn 3,16), anunció Dios a Eva cuando pecaron. Se trata de un dominio malo, consecuencia terrible de la “libertad” que se aleja de Dios y daña a su prójimo. Pero Dios no ha querido este sometimiento humillante y envía a su Hijo precisamente para rescatarnos de estas situaciones.

Sin embargo, las Sagradas Escrituras sí hablan de un “sometimiento”. San Pablo pide a las mujeres que estén sometidas a su marido como la Iglesia está sometida al Señor (cf. Ef 5,22), y con la misma exigencia pide a los esposos que den la vida por su esposa como Cristo dio su vida por la Iglesia (cf. Ef 5,25).

El ejemplo de ese mutuo “sometimiento” es la relación entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Cristo ama a su Cuerpo Místico como a sí mismo y entrega su vida por la Iglesia. Por eso, a los maridos, a ejemplo de Cristo, se les pide que amen a su esposa como se ama al propio cuerpo, pues nadie psicológicamente sano odia su propio cuerpo o lo degrada o lo maltrata; al contrario, alimenta y cuida su propio cuerpo (cf. Ef 5, 28-29.33). A las esposas se les pide una sumisión hecha de respeto y amor hacia quien ha dado la vida por ellas. No cabe, por tanto, otra forma de sumisión (violencia, marginación, agresiones).

Es verdad que entre los seres humanos no hay amor perfecto. Pero las “sombras” que pueda haber no son la parte romántica de la relación, sino la parte enferma. Esa parte que una persona debe enfrentar y superar para poder compartir su vida con otra persona, amándola, no dañándola.

En este 14 de febrero les deseo a todos el amor que se merecen: ¡un amor sin sombras!

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