Probablemente cuando escuchamos hablar de contaminación, lo primero en lo que pensamos es en los daños ocasionados al medio ambiente: aire, suelo, agua. Si nos circunscribimos en el ámbito urbano, quizás lo más preocupante sea la contaminación causada por los gases de los autos, las fábricas, o la basura acumulada en las calles. Pero existe […]

Por Pedro Escajadillo. 25 junio, 2015.

Probablemente cuando escuchamos hablar de contaminación, lo primero en lo que pensamos es en los daños ocasionados al medio ambiente: aire, suelo, agua. Si nos circunscribimos en el ámbito urbano, quizás lo más preocupante sea la contaminación causada por los gases de los autos, las fábricas, o la basura acumulada en las calles. Pero existe otro tipo de contaminación, una que entra por los ojos y se le conoce como contaminación visual.

La contaminación visual en las ciudades es aquella que causa cambios o desequilibrios en el paisaje. Es la alteración de la percepción visual o cualquier otra distorsión del entorno natural, histórico y urbano de la ciudad, y que finalmente va en detrimento de la calidad de vida de las personas. En concreto, se manifiesta con la presencia de torres, antenas y cables de energía eléctrica, telefonía, televisión privada, etc.; a esto se suman los anuncios publicitarios en carreteras, calles y avenidas, entre otros.

Si al caminar por las calles de Piura, nos detuviéramos y alzáramos un poco la mirada, podríamos darnos cuenta de los enmarañados de cables acumulados en los postes y en las fachadas de los edificios dejados por las empresas de comunicaciones, en muchos casos, sin el menor criterio técnico, que no solo afean la ciudad, sino que representan un peligro constante para la población.

Lo que está llegando a límites preocupantes es la cantidad de carteles publicitarios que invaden la ciudad. Carteles de todos los tamaños, formas y materiales que, sin darnos cuenta, tienen efectos nocivos para todos los ciudadanos. En primer lugar alteran el paisaje urbano, degradando el aspecto de la ciudad, en segundo lugar sobre estimulan a quienes los perciben generando estrés y, en tercer lugar, constituyen un peligro, pues distraen la atención de los conductores lo que genera mayores probabilidades de accidentes de tránsito.

Pero y ¿qué hacer? ¿Qué debe pasar para que reaccionemos? Hace falta contar con un adecuado marco normativo para regular y sancionar, si es necesario, los abusos cometidos por las empresas de comunicaciones y el ofensivo ataque de la publicidad. Es necesario que todos tomemos conciencia del problema y protejamos nuestra urbe de la contaminación visual agresiva de la que somos víctimas y podamos tener una mejor ciudad donde vivir.

Comparte: