Podríamos entender una vivienda rústica como un remanso de paz que nos aísle de la estresante vida ciudadana y desde esta perspectiva no hay nada que objetarle.

Por Jorge Losada. 21 septiembre, 2016.

Tal vez sea casualidad, pero casi todos los clientes que nos han encargado una vivienda en Piura nos piden con una cierta timidez que, si fuera posible, tenga estilo rústico. Como cada uno puede hacer con su casa lo que quiera, pero se advierte un ligero rubor, me parece oportuno ahondar en el significado del término y extraer conclusiones.

Si acudimos a la etimología de la palabra ‘rústico’, encontramos que el vocablo latino ‘rus’ designa al campo como espacio abierto en general —y aquí va lo importante— que se considera un antónimo de la ciudad. Visto así, los gustos piuranos sugerirían una ciudad menos urbana que otras y reflejarían las contradicciones de un proyecto de comunidad todavía en ciernes. De sus aspiraciones se deducen un reciente pasado campestre y unos fenómenos migratorios aún no asimilados.

No obstante, si miramos más allá, la historia de la arquitectura nos ofrece cientos de maravillosos espacios rústicos: quinchos, haciendas, casonas, caseríos, cortijos, villas y palacios ilustran las bondades de la vida en el campo. Buenas arquitecturas en comunión con la naturaleza que nos acercan a la otra acepción de la palabra. Y es que lo rústico también se refiere a lo sencillo, natural y poco artificioso. Por tanto, podríamos entender una vivienda rústica como un remanso de paz que nos aísle de la estresante vida ciudadana y desde esta perspectiva no hay nada que objetarle.

La arraigada necesidad de poseer un pedazo de tierra y la lotización como instrumento ordenador nos abocan a estos lugares de proyecto. Habrá de encontrarse el difícil equilibrio entre lo rústico y lo urbano, entre el vestido que nos presenta en sociedad y la atmósfera intimista del hogar. Con toda seguridad, el jardín se convertirá en un simulacro de la naturaleza y adquirirá un evidente valor simbólico.

El diseño de siglo XXI no está reñido con la rusticidad, ni muchísimo menos. Ahora bien, tampoco se puede caer en la caricatura anacrónica y descontextualizada. Hoy, como siempre, hacer una casa verdaderamente rústica no es fácil.

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