Hace algunos meses, el diario El País de España publicó un artículo sobre experimentos realizados en el campo de la enseñanza, en los que se muestran las nuevas corrientes para transformar el modelo educativo existente.

Por Jaime Ancajima. 04 noviembre, 2016.

En el año 2010 investigadores del Massachusetts Institute of Technology, en Boston, colocaron a un universitario de 19 años un sensor electrodérmico en la muñeca para medir la actividad eléctrica de su cerebro las 24 horas durante siete días: “la actividad cerebral del estudiante cuando atendía en una clase magistral era la misma que cuando veía la televisión; prácticamente nula”; es decir, no funciona pues el alumno es un receptor pasivo.

La neurodidáctica es definida como una disciplina que estudia las bases cerebrales de los procesos de enseñanza y aprendizaje, con el fin de mejorar dichos procesos desde su base. El neuropsicólogo Ramón Gamo señala que el cerebro necesita emocionarse para aprender. “Antes solo se podía observar el comportamiento de los alumnos, pero ahora gracias a las máquinas de neuroimagen podemos ver la actividad cerebral mientras realizan tareas. Esta información sirve a los profesores y pedagogos para decidir qué métodos son los más eficaces.”

Gamo, quien ha estudiado las dificultades de aprendizaje de personas con dislexia o TDAH por 20 años, encontró que, en la mayoría de los casos, se relacionan con la metodología escolar. Para la adquisición de información novedosa el cerebro tiende a procesar los datos desde el hemisferio derecho, más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes. Los gestos faciales, corporales y el contexto desempeñan un papel muy importante. El procesamiento lingüístico no es el protagonista; esto significa que la charla y la mera transmisión de información a los estudiantes, no funciona.

Dejemos de lado los métodos tradicionales basados en clases magistrales y memorización y mejoremos la metodología de enseñanza apoyándonos con soportes visuales, mapas conceptuales, vídeos, gráficos interactivos, canciones, juegos, actividades colaborativas que requieran la participación del alumno. Recordemos: enseñamos a estudiantes del siglo XXI.

El cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas. Emocionémoslo y motivémoslo valiéndonos de lo que nos ofrece la tecnología actual y la vida diaria.

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