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Abr

2016

La belleza es algo que atrae y tiene que ver con los sentidos, así lo sostiene el teólogo y filósofo italiano Tomás de Aquino en su famosa Suma Teológica.

Por Luz González. 13 abril, 2016.

Por Luz González Umeres
Profesora Facultad de Humanidades
Universidad de Piura

La belleza es algo que atrae y tiene que ver con los sentidos, así lo sostiene el teólogo y filósofo italiano Tomás de Aquino en su famosa Suma Teológica, en la que ha dejado escrito lo siguiente: id quod visum placet; es decir, aquello que visto gusta, atrae. La belleza, sin embargo, no es fácil de definir y se resiste a ser incluida en las listas de objetos abiertos a la experiencia empírica. Esto suele suceder en el ámbito del positivismo, por ejemplo.

Un filósofo francés del siglo XX, Jacques Maritain, ha explicado con erudición cuál es la vía gnoseológica apropiada para estudiar la belleza, a la que él denomina conocimiento por connaturalidad. Este tipo de conocimiento humano está expuesto en algunos textos de Tomás de Aquino con el nombre via affectus. Hoy, sigue siendo estudiado por los especialistas.

Lo más accesible para un buscador de belleza es la vía del arte. La mayoría de músicos descubre la belleza cifrada en la obra, a través de la terca repetición de un instrumento. Así, logran identificar el leit motiv, compuesto por determinadas melodías que se repiten y que suelen tener gran armonía e inspiración. De este modo, como jugando, el artista empieza a leerlas y a cantarlas.

El coreuta experimenta la conveniencia de relacionarse con otros como él, de ensayar juntos y practicar la ejecución hasta que salga perfecta. En los ensayos, debe seguir las órdenes e indicaciones del director del Coro y, casi sin percatarse, el arte lo va llevando de la mano a la socialización, a la amistad, a compartir la experiencia de la belleza, a perfeccionarse él mismo y sus facultades.

Por otra parte, el mundo del arte y la belleza está constituido por manifestaciones profundas de experiencias humanas de la vida, que los artistas se han sentido empujados a expresar con diversos recursos.

Los griegos sabían, por ejemplo, que el teatro era un medio a través del cual los habitantes de la polis se liberaban de emociones y sentimientos trágicos, un lastre que la guerra y la muerte de los seres queridos dejaba siempre a su paso. La katarsis ayudaba a curar el alma después de vivir acontecimientos trágicos; el recuerdo bellamente narrado del heroísmo de los hijos era como un suave perfume que reconfortaba el alma de sus familiares y la serenaba.

En su carta a los artistas, el pontífice Juan Pablo II elogia el don divino de crear que ellos han recibido. En suma, los artistas son capaces de transformar en belleza el mundo que les rodea siguiendo la inspiración que les viene de lo alto, impregnada de originalidad, armonía, luz, color y fuerza.

 

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