No me cabe la menor duda de que hemos crecido en un país donde existe una fuerte visión de corto plazo, y eso se refleja en la toma de todo tipo de decisiones.

Por Jorge Gallo. 25 octubre, 2016.

Si en un equipo de fútbol aparece un joven jugador con una buena proyección, cuando aun no se le ha terminado de formar, en su club ya están pensando en venderlo con el fin de hacer “caja”.

Un alcalde dedica los cuatro años de su gestión a realizar pequeñas obras que pueda inaugurar dentro de su propio periodo de gestión. No quiere dejar de salir en la foto. No se le ocurre hacer una obra de envergadura porque demoraría en culminarse más años de los que él estará y la gente le dará el crédito a sus sucesor.

En las empresas pasa lo mismo. En países desarrollados, el propietario de una empresa recién fundada es consciente de que cualquier ganancia inicialmente lograda debe ser reinvertida para fortalecer el patrimonio de esa empresa. Solo una vez que esto ha sucedido, retirará una parte de las utilidades. Queda claro que si es parte de la gestión de la empresa al desempeñarse (gerente, por ejemplo), se asignará un sueldo de acuerdo a la realidad de esa empresa.

En nuestro caso es distinto. Una persona crea una empresa y con las primeras utilidades ya quiere comprarse una camioneta 4×4 o un inmueble. Para completar la figura, se asigna un sueldo que la empresa no puede pagar y, además, le carga una serie de gastos personales tales como el de combustible, viajes, restaurantes, etc.

Si no se plantean objetivos claros para el mediano y largo plazo y se trazan las estrategias para lograr estos objetivos, difícilmente la empresa podrá subsistir en el tiempo.

Comparte: