El gran reto de nuestra sociedad es formar maestros emocionalmente inteligentes, para resolver las contradicciones y paradojas de nuestro siglo y tener escuelas saludables, competentes y felices.

Por Jaime Ancajima. 13 junio, 2017.

“Si la dimensión emocional es la clave en las relaciones humanas y la práctica docente se desarrolla en escenarios interactivos, es válido entonces recordar a todos los que practican la docencia a cualquier nivel y desarrollan explícita e implícitamente competencias sociofectivas...” (César Uribe Neira)

Los profesores, más que cualquier otro profesional, necesitan poner mucha atención al manejo de sus emociones cuando desempeñan su labor, pues no solamente interactúan con sus alumnos al dictar una materia específica, sino que su estado interior se verá reflejado en sus palabras y acciones en el salón de clase, los cuales afectan positiva o negativamente a los alumnos.

El blog Inteligencia emocional y Docencia hace referencia a ciertas competencias y habilidades que los docentes deben poseer para alcanzar el éxito en su práctica profesional.

En primer lugar, deben tener el conocimiento de las propias emociones en el momento justo que aparecen, saberlas identificar poniéndoles nombre y jerarquizando su intensidad. Luego, el autocontrol, que es la capacidad de controlar la expresión de nuestras emociones pero con la particularidad de hacerlo en el momento justo. Seguidamente, está la automotivación para ser más persistentes y tenaces y lograr el objetivo fijado previamente.

Luego, tenemos la empatía que es el saber reconocer las emociones ajenas poniéndose en el lugar del otro. Para desarrollarla hay que saber escuchar y descifrar hasta la comunicación no verbal. También está la destreza social que es el saber relacionarse adecuadamente y entenderse con el resto de personas que nos rodean.

Finalmente, el profesor debe estar conectado con su misión, vocación y valores diariamente. Estar presente en el aula en cuerpo, alma y emoción disfrutando su trabajo. Ser capaz de resolver los conflictos de forma creativa y cuidando sus emociones y la de los demás. Ser un ejemplo a seguir, un modelo de conducta emocional y social saludable, aprovechando las múltiples ocasiones en el aula y fuera de ella, para desarrollar en sus alumnos aspectos tan importantes como: la autoestima, la creatividad, la iniciativa, la tolerancia a la frustración, las habilidades de comunicación y trabajo en equipo, etc.

El gran reto de nuestra sociedad es formar maestros emocionalmente inteligentes, para resolver las contradicciones y paradojas de nuestro siglo y tener escuelas saludables, competentes y felices.

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