La crítica que se realiza por la posible presencia de dos cámaras es que surjan conflictos entre ellas y posibles bloqueos; pero, es ahí donde nace la doble reflexión.

Por Carlos Hakansson. 26 enero, 2017.

La discusión en torno a la posibilidad de retornar a la bicameralidad ha vuelto a convertirse en un tema de opinión entre juristas y políticos; se ha presentado un proyecto de ley de reforma que demandará una necesaria reforma constitucional que exige, entre otros requisitos, mayorías calificadas para su aprobación.

Como sabemos, la bicameralidad supone la doble reflexión legislativa, una de sus principales fortalezas, que consiste en poder estudiar la aprobación de un proyecto de ley desde dos perspectivas distintas: desde la opinión de los representantes nacionales (Cámara de Diputados); y, desde la representación de los territorios (Senado). La crítica que se realiza por la posible presencia de dos cámaras es que surjan conflictos entre ellas y posibles bloqueos; pero, es ahí donde nace la doble reflexión.

Si bien la presentación del proyecto de reforma ha producido cierto entusiasmo, pues el bicameralismo ha sido una tradición en la historia de los textos constitucionales peruanos, a lo largo de nuestra vida republicana no ha funcionado adecuadamente por carecer de una efectiva división territorial del poder; sin embargo, esta es una oportunidad para que nuestro modelo de regionalización pueda valerse de un Senado compuesto por representantes de las distintas regiones y para combatir al centralismo en la toma de decisiones.

Por eso, a pesar de la conveniencia de un Congreso bicameral, el debate debe centrarse en discutir el criterio de representación de cada cámara para su composición y, además, el número de sus integrantes.

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