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Las visiones distópicas del mundo que nos llegan por la ciencia ficción suelen resaltar la omnipresencia de los números: unos códigos identificadores para cada individuo que lo hacen no solamente reconocible ante un sistema controlador sino también sujeto de una serie de tratamientos por parte del sistema y de la sociedad en general. En muchos […]

Por Gabriel Natividad. 11 enero, 2017.

Las visiones distópicas del mundo que nos llegan por la ciencia ficción suelen resaltar la omnipresencia de los números: unos códigos identificadores para cada individuo que lo hacen no solamente reconocible ante un sistema controlador sino también sujeto de una serie de tratamientos por parte del sistema y de la sociedad en general. En muchos casos, no hay que esperar al futuro para notarlo: estos lectores de barras, cámaras digitales, tarjetas magnéticas, claves biométricas –estos mecanismos del futuro se van usando cotidianamente en nuestros países, con relativamente fácil aceptación.

Uno de los números más importantes de nuestros días es el de la clasificación crediticia del individuo. En sociedades emergentes, ese número o clasificación va teniendo cada vez más usos, como recientemente describe el Wall Street Journal al referirse a la aplicación social que se le da en China. Típicamente, se entiende que el “número sigue a la persona”, es decir, que lo que importa en el número es cómo refleja la realidad subyacente. Por ejemplo, Juan Pérez es un buen pagador, por lo cual tiene una buena clasificación crediticia. Si Juan Pérez incurre en problemas personales o laborales, deja de ser buen pagador y su clasificación empeora. El número, se entiende, sigue a la persona.

¿Pero qué pasa si las clasificaciones crediticias sufren shocks aleatorios, sin que haya habido cambios en la persona o su comportamiento? En otras palabras, ¿el número en sí mismo, separado de la persona, podría tener algún impacto?

Esta es la cuestión que abordo en un paper recientemente aceptado para su publicación en The Journal of Finance, en colaboración con Mark J. Garmaise. Diseñamos shocks para la clasificación crediticia de consumidores en el mercado de créditos individuales en el Perú en el período 2001-2011.  Encontramos que, incluso si la realidad subyacente del individuo no ha cambiado, los shocks negativos a su clasificación crediticia (producidos por variaciones macroeconómicas que inducen a que el sector bancario les aplique una “regla de alineamiento” discontinua que nada tiene que ver con algún cambio en su realidad subyacente) tienen impactos negativos importantes. Los clientes de créditos de consumo que reciben estos shocks sufren las consecuencias de un acceso reducido a financiamiento en el futuro, y a pesar de que se esfuerzan en mejorar su comportamiento de pagos en los próximos meses, terminan saliendo del mercado de créditos y muestran una menor propensión a convertirse en emprendedores de negocios. Estos efectos, de magnitud considerable y de larga duración, los atribuimos al sistema de información crediticia, que registra a ojos de los bancos las malas clasificaciones pasadas de estos individuos. Una mancha en el pasado de la persona no se borra tan fácilmente y la perjudica por varios años.

Los detalles del artículo se pueden leer allí directamente, así que simplemente menciono aquí algunas lecciones generales. Primero, la clasificación crediticia importa. Segundo, esa clasificación importa incluso si es asignada aleatoriamente. Tercero, a ojos de los bancos la clasificación importa por varios años, no solo en el momento en que sucede. Cuarto, esta reacción no se debe a las provisiones mayores que automáticamente deben hacer los bancos ante las clasificaciones empeoradas. Finalmente, los efectos causales encontrados en esta investigación se pueden relacionar con efectos análogos en investigaciones sobre la recuperación macroeconómica lenta, las consecuencias impensadas de regulaciones financieras, y el valor de los sistemas de información bancaria.

¿Qué propuestas de política se desprenden? Localmente, en nuestras sociedades emergentes, donde las reglas económicas se vienen escribiendo de manera acelerada, cabe pensar pausadamente sobre la importancia de la reputación personal y el rol no solo positivo sino también negativo de los sistemas de información pública. El rol de los registros públicos de créditos ha sido ampliamente estudiado en los últimos quince años desde el punto de vista de sus múltiples beneficios, pero la investigación que he realizado sugiere un costo: el impacto negativo de las clasificaciones per se en el acceso al crédito futuro, que complica aún más una situación de recuperación macroeconómica. Basándome en la investigación reseñada, puedo ofrecer un potencial remedio a ese “lado oscuro” de los registros crediticios: podría ser útil relacionar la duración de los historiales crediticios con el estado de la macroeconomía. Si el país requiere una recuperación urgente y rápida, quizás los historiales deban ser menos longevos.

¿Cuánto gana la sociedad con cuantificaciones del desempeño económico de personas e instituciones? El valor de los sistemas de información es justamente orientar la toma de decisiones económicas acertadas, por lo cual es importante considerar las circunstancias más relevantes detrás de un número o de un comportamiento. A veces el número esconde realidades que no deberíamos interpretar a la ligera, sino que deberían llevarnos a pensar más seriamente en el pasado para ver cómo impacta el futuro.

Ese futuro, ojalá no distópico, depende en gran parte de las políticas sociales, económicas, empresariales y financieras que tomemos hoy, mirando el contexto macroeconómico actual y a la vez pensando en sus impactos específicos.

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