La burocracia en sí, como forma de gestión, es el modelo más eficiente y efectivo para cualquier institución aunque hoy en día tenga un significado negativo porque frena la eficiencia que se busca.

Por Juana Huaco. 16 julio, 2018.

Anteriormente, hemos puesto énfasis en la gestión y hemos señalado la importancia del proceso administrativo y el rol esencial del líder. Sin embargo, no podemos ignorar el hecho de que en nuestras instituciones –sobre todo las públicas– no se logra la efectividad en los resultados ni el cumplimiento de los objetivos establecidos.

¿Por qué sucede esto, si la teoría es bien específica? La primera razón, la más evidente en las organizaciones que prestan servicio público, es que no se cumple el nivel de eficiencia deseada por la comunidad porque no siguen los procesos técnicos administrativos. Además, falta un liderazgo que lleve al personal de la organización a trabajar y preocuparse por alcanzar los objetivos institucionales.

El problema más evidente es la enorme carga de personal de varias instituciones públicas. No está mal la contratación necesaria e idónea, pero se observa un número “desbordante”, lo que ocasiona los niveles de ineficiencia de nuestras organizaciones: lo que comúnmente llamamos burocracia.

Sin embargo, la burocracia en sí, como forma de gestión, es el modelo más eficiente y efectivo para cualquier institución, aunque hoy en día tenga un significado negativo porque frena la eficiencia que se busca. Los directivos, y quienes deciden, deberían realizar los estudios necesarios para conocer el dimensionamiento real que necesita su institución y hacer que se cumpla; caso contrario, será inevitable la burocracia e ineficiencia en el servicio, que muchas veces termina en casos de corrupción, como veremos más adelante.

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