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2018

José de la Riva-Agüero y el protagonismo del norte del Perú en la independencia

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El norte del Perú tuvo un papel relevante en la independencia. Uno de ellos fue el intento de José de la Riva-Agüero de finalizar la guerra desde aquí, un período con repercusiones para seguir analizando.

Por Elizabeth Hernández. 06 septiembre, 2018.

Don José de la Riva-Agüero, el protagonista de la Independencia en el Norte del Perú.

José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete, primer presidente del Perú (1823), es en realidad un gran desconocido en la historia de nuestra independencia. La historiografía lo ensalza y lo condena en igual medida, pues mientras unos valoran su escrito más famoso (“Las veintiocho causas”), otros en cambio inciden en el hecho de haber sido declarado traidor a la patria por negociar con los realistas –con el enemigo- una independencia sin el apoyo de Simón Bolívar. Entre uno y otro polo existen muchos matices, temas que ameritan un retorno al estudio a profundidad de este personaje, como por ejemplo su vital conexión con el norte peruano.

José de la Riva-Agüero llegó a la presidencia del Perú por un motín de los generales del ejército patriota, quienes, ante el fracaso del gobierno anterior (la Junta Gubernativa) en la lucha contra los realistas, obligaron al Congreso Constituyente a nombrar a Riva-Agüero como presidente de la república. Riva-Agüero empieza así un mandato con mucha fragilidad. A pesar sus intentos por finiquitar la guerra contra España, el éxito no lo acompañó: las facciones políticas, el congreso dividido, los manejos de Antonio José de Sucre, y sus propios enfrentamientos con sus opositores facilitaron la toma de la capital por parte de los realistas (junio de 1823). A partir de este momento todo es una confusión. El Congreso lo destituyó de su cargo como presidente y nombró en su lugar al marqués de Torre Tagle. Riva-Agüero, aprovechando una decisión anterior del Congreso, se dirige a la ciudad de Trujillo. Desde aquí desconoció su destitución, nombró un nuevo Congreso (Senado) y gobernó desde el norte del Perú.

Los cabildos norteños, desde Tumbes hasta Huaraz, se plegaron a Riva-Agüero casi de inmediato; expresaron la alegría de ser el centro del poder en el Perú, de ser “la cabeza de la república” por tener aquí al “legítimo Presidente”. Este hecho les parecía natural al ser el norte el primer gran espacio donde se proclamó la independencia. Autoridades civiles, militares, eclesiásticas, pequeños y grandes comerciantes norteños marcaron distancia de Lima: la consideraban “usurpadora” de los derechos de los pueblos, puesto que allí se había conformado un nuevo Congreso que exigía ser reconocido por los demás departamentos del Perú. Desde la perspectiva del norte, Lima estaba decidiendo y atribuyéndose una representación que no era compartida: “…no es solo un pueblo el que ha de decidir la suerte de los demás, son todos iguales en derechos y representación, son igualmente libres, y… ninguno puede ser superior a otro.” Expresiones similares se repitieron por todo el norte peruano en claro apoyo a Riva-Agüero, más aún cuando Simón Bolívar llegó a Lima y reconoció como legítimo al gobierno de la capital. De alguna manera, parte del norte peruano también se distanció del líder venezolano.

Estando aquí, José de la Riva-Agüero incrementó su actividad contra los realistas. A decir de Paz Soldán, “tan pronto estaba en Huamachuco, como en Santa, Huaraz y Trujillo, apurando la formación de tropas y su organización y disciplina.” Ordenó movimientos militares al sur dirigidos por Andrés de Santa Cruz; formó el batallón “Húsares de Riva-Agüero”; organizó montoneras que sirviesen de base para la lucha. En otro orden, decretó la creación de una Casa de Moneda en Trujillo, de un Tribunal de segunda instancia, la fundación de la Sociedad Patriótica Literaria, la edición del “Semanario Patriótico de Trujillo”, entre otras acciones que buscaban finiquitar la guerra desde el norte y, al parecer, convertir este espacio en el nuevo centro de poder.

José de la Riva-Agüero fue capturado y enviado al exilio (noviembre de 1823), finalizando también, por el momento, la pretensión norteña de ser cabeza del Perú. Pero quedaron varias historias que analizar: la del discurso de legitimidad y representación nacional desde la región; el espacio norteño visto una vez más como esencial para la victoria militar; y finalmente, un elocuente período de estrecha relación entre la historia nacional y la historia regional de nuestra independencia, con nuestro norte peruano como escenario de privilegio.

Elizabeth Hernández García

Historiadora piurana dedicada al estudio de la nueva historia de los procesos de independencia del Perú, la historia regional frente a una historia de visión capitalina y la construcción de las repúblicas y del estado. Publicará próximamente una biografía de José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete por el Fondo Editorial del Congreso del Perú.

docente Elizabeth Hernández García

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