A raíz de lo sucedido a una joven a la que un sujeto le prendió fuego, un grupo de alumnos con quienes salió este tema, sacó en conclusión que además de todo el trabajo de mediano y largo plazo para evitar estos abusos, también era necesaria una pena y una justa reparación a corto y […]

Por Genara Castillo. 30 abril, 2018.

A raíz de lo sucedido a una joven a la que un sujeto le prendió fuego, un grupo de alumnos con quienes salió este tema, sacó en conclusión que además de todo el trabajo de mediano y largo plazo para evitar estos abusos, también era necesaria una pena y una justa reparación a corto y largo plazo.

Esos delitos conllevan alteraciones, como el que algunos varones consideren que si una mujer no se les somete la tienen que destruir porque ¿a quién se le ocurre negarles el afecto? ya que por su condición de varón está por encima de cualquier mujer, puede escoger la que quieran y ésta tiene la obligación de sometérseles y decirles que sí a todo, porque en el fondo son de su propiedad.

Esto es parte de esa lacra del machismo, del racismo y del clasismo: creer que porque se es de una raza, familia, país o región “desarrollados”, se es superior a los otros a quienes se desprecia injustamente, porque nadie tiene mérito o culpa por eso que es tremendamente accidental y fortuito; no se puede juzgar por algo tan superficial como el color de la piel, el status familiar, económico, etc.

Pero no se trata tampoco de que algún joven pueda decir: hay que pasar de esos asquerosos racistas, o machistas, o clasistas, que se han quedado en el siglo pasado, pensando que tienen derechos adquiridos. La solución no es “pasar” de ellos como de lado, sino que la sociedad necesita buscar los cauces para ser sanada de esas lacras y realizar una justa reparación.

El daño producido con esos abusos es muy serio. No sólo la psicología, sino la neurociencia, etc., está abundando en ese tipo de investigaciones, acerca de la secuela que deja en una persona el tiempo que ha sido abusada, violentada, por sus agresores. El daño es en el alma de la persona y no es sólo que se daña algo sagrado que Dios ha creado (el cuerpo lo dan los padres, el alma la da Dios); sino que la misma sociedad se ve perjudicada porque una persona que ha sido maltratada, abusada, pierde “energías” en su alma para aportar, para dar de sí y cumplir la misión para la que ha sido puesta en la existencia y de eso se sigue toda tal cantidad de consecuencias para tantos miembros de la sociedad, que es estremecedor y arde el pelo dimensionarlo.

Por tanto, sería bueno tenerlo claro y difundirlo en la opinión pública para que se le dé importancia a la justa reparación de los daños causado.

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