29

Oct

2018

Casi todos lo hacemos: antes de dormir, vemos televisión o revisamos nuestras redes sociales. Así, la tecnología se convierte en una extensión de nuestra almohada, sin darnos cuenta del daño que hacemos a nuestra salud.

Por María José Salazar. 29 octubre, 2018.

Joaquín acababa de llegar del trabajo. Eran como las ocho de la noche. Saludó a sus papás, calentó su cena y se sentó a comer. Dio el primer bocado de unos deliciosos tallarines rojos. Sacó el celular del bolsillo: veinte notificaciones nuevas de Facebook y quince mensajes nuevos de Whatsapp. Revisó todos y cada uno. Para cuando terminó, ya el plato estaba medio frío, así que lo volvió a calentar mientras veía una historia en su Instagram. Por fin, terminó de cenar. Fue a su habitación, se puso el pijama y prendió el televisor. Descubrió una serie de Netflix que lo enganchó. Tanto, que casi ni volvió a mirar el celular. Capítulo tras capítulo, se quedó despierto hasta las dos de la madrugada. Cuando se dio cuenta de la hora, decidió apagar y dormir. Pero, por algún extraño motivo, no logró conciliar el sueño. Dio vueltas y vueltas. Se tomó una manzanilla y, al cabo de unos vente minutos, se quedó dormido.

Luego de unas semanas de seguir esa rutina, su rendimiento laboral empezó a decaer. Siempre andaba cansado. Decidió ir a la cama máximo a las diez de la noche, previa lectura de un libro a través de su tablet. Sin embargo, nunca lo lograba: luego de leer, volvía el insomnio y, además, le molestaban tanto los ojos que no podía ni cerrarlos. Su jefa se preocupó y, pensando que tal vez tenía un problema de salud, le sugirió que agendara una cita con el médico de la empresa. Terminada la sesión, Joaquín entendió que había estado durmiendo con el enemigo.

 

El sueño justo

Antes de conocer cómo la tecnología afecta el sueño, tendríamos que saber que este es muy importante porque durante las horas en las cuales dormimos, por la noche, ocurren en nuestro cuerpo procesos regenerativos de los músculos y procesos hormonales imprescindibles para nuestra buena salud.

El sueño se divide en ciclos, de aproximadamente noventa minutos cada uno. Estos se repiten durante las ocho horas que deberíamos dormir. Los ciclos están compuestos por etapas: los primeros diez minutos van desde la vigilia hasta el adormecimiento; luego, vienen aproximadamente cuarenta minutos de desconexión lenta del entorno en los cuales nuestra respiración y ritmo cardiaco se van ralentizando. A esta fase le sucede el sueño profundo que dura cerca de veinte minutos. Es la etapa más importante de todas, pues determina la calidad de nuestro descanso. Finalmente, se produce la etapa de sueño REM (Rapid Eye Movement), caracterizada por una alta actividad cerebral. Es el momento en el cual soñamos.

Gracias a los ritmos circadianos, más conocidos como “reloj biológico”, tendemos a descansar en las horas de oscuridad y a estar activos durante las horas de luz. Estos ritmos deben respetarse, ya que la producción de hormonas está muy asociada a ellos: la hormona de crecimiento tiene picos de secreción durante la noche; otras hormonas como el cortisol y la hormona estimulante de la tiroides también están reguladas también de acuerdo al reloj biológico.

Pantallas que matan (el sueño)

Según Jair Luján, psicólogo invitado por la Universidad de Piura para dictar la charla “Efectos de la tecnología en el sueño”, los dispositivos como el celular, la tablet, y la laptop afectan de diversas formas el ciclo del sueño y, en consecuencia, el descanso que todos necesitamos para gozar de una buena salud.

Psicólogo Jair Luján.

Un primer problema, señala Luján, es el retraso en la hora de dormir –es decir, de los ritmos circadianos–: “Muchos de nosotros nos exponemos, de alguna forma, a alguna pantalla de luz azul antes de dormir. Por ejemplo, la de los móviles. Esa luz simula, de manera artificial, la luz del día; así que cuando nos exponemos a ella, se estimulan las células de nuestras retinas y nuestro cerebro recibe el mensaje de que es de día, por tanto, nos ‘da la orden’ de que debemos seguir despiertos, aun siendo de noche”.

El psicólogo agrega que otro de los inconvenientes es que esa misma luz azul reduce la melatonina, hormona reguladora del sueño: “Empezamos a sufrir de insomnio o deficiencias en el sueño y volver a poner en orden nuestro reloj biológico no es tan sencillo”.

Recuperar la habitación

En las últimas décadas, hemos convertido nuestra habitación en un lugar de entretenimiento. Tenemos allí el televisor, la computadora, la consola de video, etc. Por ello, la posibilidad de que vayamos a nuestra habitación realmente a descansar el cuerpo y la mente es cada vez más remota.

“Para que nuestro cerebro descanse y asuma que ya es hora de dormir, es recomendable que en el lugar donde esté nuestra cama no haya ningún aparato electrónico. Incluso si no eres de los que usan el celular para dormir, pero lo dejas en tu mesa de noche, puede ocurrir que vibre o suene justo durante la fase de sueño profundo y se te dificulte volver a cerrar los ojos”, dice Luján.

Acerca de la lectura, que usualmente se realiza por la noche, sugiere que se haga en libros de papel, no en tablet. Y, “como máximo, debemos desconectarnos una hora antes de acostarnos”.

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