26

Jun

2018

LUZ PACHECO

Un desierto con corazón universitario

Piura era un foco de desarrollo para el país, pero había un alto índice de pobreza en la región. Era necesario que quien impulsara la universidad tuviera como meta que eso no fuera un obstáculo.

Por Luz Pacheco. 26 junio, 2018.

Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, Navarra 1964.

La historia de la Universidad de Piura empezó cuando el entonces arzobispo de Piura, Mons. Erasmo Hinojosa, le pidió a San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, que impulsara la creación de una universidad en esa región. Sabía a quién se lo pedía: a un sacerdote convencido –son sus palabras– de que la universidad “debe contribuir desde una posición de primera importancia, al progreso humano. Como los problemas planteados en la vida de los pueblos son múltiples y complejos —espirituales, culturales, sociales, económicos, etc.—, la formación que debe impartir la Universidad ha de abarcar todos estos aspectos”.

Mons. Erasmo Hinojosa (centro), arzobispo de Piura de 1965 a 1977.

Piura era un foco de desarrollo para el país, pero había un alto índice de pobreza en la región. Era necesario que quien impulsara la universidad tuviera como meta que eso no fuera un obstáculo. Y, Escrivá quería que cuantos reuniesen condiciones de capacidad tuvieran “acceso a los estudios superiores, sea cualquiera su origen social, sus medios económicos, su raza o su religión. Mientras existan barreras en este sentido la democratización de la enseñanza será sólo una frase vacía”.

La impronta cristiana que caracteriza el Ideario y la actividad de la Universidad de Piura se materializa en la enseñanza de la religión con un nivel científico, superior, en un clima de libertad de las conciencias. Y en formar a sus estudiantes en una mentalidad de servicio, para que puedan dar soluciones a los problemas sociales sin pretender imponer en cuestiones temporales “dogmas, que no existen. Ante un problema concreto, sea cual sea, la solución es: estudiarlo bien y, después, actuar en conciencia, con libertad personal y con responsabilidad también personal”. De este modo, la Universidad –sigue diciendo su fundador– se convierte en “la casa común, lugar de estudio y de amistad; lugar donde deben convivir en paz personas de las diversas tendencias que, en cada momento, sean expresiones del legítimo pluralismo que en la sociedad existe”.

Esta identidad, que ha de caracterizar la vida institucional, será siempre  el punto de partida y la meta en las actividades de quienes formamos la comunidad universitaria.  La apertura de campus Lima y de nuevas facultades, así como de su Centro Cultural, son retos que exigen no perder de vista el estilo universitario que su fundador, San Josemaría, quiso para la Universidad de Piura.

Comenzamos a recorrer los cincuenta años de vida institucional: muchos motivos para dar gracias por esta iniciativa que ha beneficiado a tantas personas en estos primeros diez lustros y también muchos motivos para seguir afinando en ese servicio que queremos brindar a nuestro país y al mundo.

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