23

Sep

2019

ARTÍCULO DE OPINIÓN

El Parlamentarismo español

El cambio de comportamiento en las formas de gobierno es progresivo. Tomará tiempo y aprendizaje para que opere con cierta naturalidad, al margen de de los indicadores macroeconómicos de crecimiento, producción y empleo.

Por Carlos Hakansson. 23 septiembre, 2019.

Durante mi estancia doctoral en España, el funcionamiento de su modelo parlamentario de gobierno era básicamente bipartidista, que sumadas a los partidos nacionalistas (como el Vasco y Catalán entre otros) y la unidad de izquierda, los gobiernos socialistas (PSOE) y de derecha (PP) se sucedían en la dirección del ejecutivo, en función a quién obtenía la mayoría de escaños en el legislativo, ya sea solos o por coalición con los partidos con poca representación.

Los primeros treinta años de la transición política española estaba signada por la convivencia de dos grandes fuerzas políticas en el Congreso, hasta que la crisis económica internacional de 2009, que dio lugar a un movimiento denominado los “indignados”, más el deseo independentista de Cataluña, produjo el progresivo descontento de la ciudadanía y su mirada en nuevas opciones políticas. La primera fue Podemos, hoy Unidos Podemos, luego Ciudadanos y al final Vox que, al margen de sus diferencias ideologícas, han fraccionado el Parlamento español en varias agrupaciones, sin contar los partidos nacionales, que no pueden ponerse de acuerdo en nombrar al próximo Primer Ministro español, quedando en funciones el actual

En el caso español, los analistas opinan que su parlamentarismo inicia una segunda etapa, más parecida a la italiana, donde se produce la natural sucesión de primeros ministros sin una directa y proporcional consecuencia en los índices económicos. Lo dudo. El cambio o mutación de comportamiento en las formas de gobierno no es automático sino progresivo, tomará tiempo y aprendizaje, así como paciencia, tolerancia y empeño para que opere con cierta naturalidad, al margen de los indicadores macroeconómicos de crecimiento, producción y empleo. Por eso, el Rey debe saber esperar la propuesta parlamentaria para investir un nuevo gobierno, que los representantes sepan llegar a los acuerdos necesarios, y que la ciudadanía acepte con naturalidad los cambios de gobierno, que han pasado de ser casi de trámite y automáticos a especialmente crispados y dilatados.

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