18

Ene

2019

MARÍA INÉS BAYAS, HUMANIDADES

La confianza, ¿actitud natural?

Para algunos, no es imposible que estemos viviendo en “la matriz”: ¿por qué nuestro mundo tendría que ser el verdadero? La doctora María Inés Bayas explora este tema bajo la lupa del filósofo Thomas Reid.

Por María José Salazar. 18 enero, 2019.

La actitud de negar la posibilidad de conocer hasta las verdades más básicas, como la propia existencia, se denomina “escepticismo”. Thomas Reid, filósofo escocés que vivió en el siglo XVIII, estudió el tema a profundidad llegando a la conclusión de que pretender una demostración de todo es un absurdo. La doctora María Inés Bayas, profesora de la Facultad de Humanidades, comenta al respecto en esta entrevista.

En el 2018, usted publicó un libro sobre la visión de Thomas Reid acerca del escepticismo. ¿Cuál fue su objetivo?

En “El sentido común y la crítica al escepticismo en la filosofía de Thomas Reid” quise explorar su rica y, a la vez, malinterpretada noción de sentido común, así como ahondar en la crítica que hace del escepticismo. Las dos partes están íntimamente relacionadas porque sin una parte constructiva, su filosofía sería una mera demolición y no sería tan interesante. Uno de los objetivos clave de esta investigación fue mostrar de la mano de Reid que el escepticismo no es la actitud originaria del ser humano sino que la confianza es lo más natural para él.

Sin embargo, lo que vemos en las calles es que la gente prácticamente no confía en nadie.

Sí, eso proviene de la experiencia de haber sido engañados, pero es un fenómeno derivado. Lo más radical para el ser humano es la confianza, confianza en sus propias potencias, en su inteligencia, en sus sentidos e incluso en el testimonio y la palabra del otro. Si un niño naturalmente no confiara en la palabra del otro, por ejemplo, en la de sus padres, no podría aprender absolutamente nada. Se podría agregar que incluso aprendemos a desconfiar, a dudar, a ser críticos, a discernir solo porque primero hemos confiado. No es que no tenga sentido la desconfianza en ciertos contextos, puede tener mucho sentido pero eso no es lo más profundo y más natural para el ser humano. Es más, si realmente dudásemos de todo o desconfiásemos de todos nos quedaríamos absolutamente paralizados.

Doctora María Inés Bayas.

¿Cómo es compatible no ser escéptico con cuestionarse temas para encontrar su causa, labor propia de la Filosofía?

Hay que distinguir la actitud escéptica, que cuestiona la misma posibilidad de alcanzar algunas certezas, de la actitud de indagación. La primera te encierra, la segunda te abre a toda la realidad, aunque sepas que puedes equivocarte en el camino. A veces se piensa que solo mediante la duda podemos o debemos filosofar; y no es así. Además, hay dudas y dudas: hay dudas que tienen sentido y nos abren a la investigación, y hay dudas que son sencillamente absurdas. En este sentido, Reid logra mostrar que hay verdades que uno cree desde siempre, son certezas básicas originarias con las cuales funcionamos y pensamos y esto no es un defecto de la naturaleza o algo que se deba remediar: está bien que sea así. Es más, si no tuviésemos esas certezas básicas, no podríamos llegar a demostrar absolutamente nada. Me viene a la mente la famosa frase de Wittgenstein en On Certainty, §519: “Doubt itself rests only on what is beyond doubt” (“La duda en sí misma se basa solo en lo que hay más allá de ella”).

Por ejemplo, ¿cuál sería una de esas “certezas”?

Que existo o que esta es la verdadera realidad, aunque Reid menciona muchas más. Un escéptico siempre te puede decir: ¿pero, y qué tal si todo esto es un sueño o que estamos conectados con “la matriz” a través de unos electrodos?

¿Cómo puede salir de la duda un escéptico?

Bueno, hay una primera cosa clara que es que no se puede salir del escepticismo por medio de demostraciones o argumentaciones. Reid detecta que hay un problema radical y bastante obvio en un intento de ese tipo y es que las demostraciones requieren el ejercicio de la inteligencia, que es precisamente lo que el escéptico pone en tela de juicio. Es decir, si dudásemos radicalmente de nuestra inteligencia ¿cómo es posible que queramos llegar a una demostración acerca de algo por medio de ella misma?

Y, entonces ¿qué hacer?

Lo más efectivo es hacer que el escéptico acepte que de hecho, en la práctica, no lo es tanto o que su teoría se contradice con su vida. Pero, en definitiva, el escepticismo es como un laberinto, si entras por ahí es muy difícil salir. O al menos solamente caminando y dando algunas vueltas. Leopoldo Marechal decía que de todo laberinto se sale por arriba. Algo así ocurre en este caso: al escéptico no se le puede sacar de su escepticismo manteniéndolo en el mismo plano. Lo que necesita es situarse en otro lado, ver todo desde otra perspectiva.

¿Nos ayuda Reid a ver todo desde otra perspectiva?

Yo creo que sí. A mí por lo menos me ha ayudado muchísimo a mirar la realidad –y también la propia actividad filosófica– desde otro lugar. Tenemos una mente muy moderna aún por más que digamos que la posmodernidad está instalada. Somos amantes de la demostración y cualquier tipo de confianza nos parece ingenuidad. Hay que superar ese paradigma moderno y Reid, un moderno muy adelantado a su época, ayuda muchísimo en este sentido.

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