23

Sep

2020

ARTÍCULO DE OPINIÓN

Educar para la excelencia

Este contexto, espacio y tiempo son idóneos para concertar y asumir compromisos esenciales que hagan posible que nuestra niñez mantenga la esperanza y camine hacia la excelencia.

Por Moises Pariahuache. 23 septiembre, 2020.

La educación ayuda a crecer en humanidad; en cambio, su ausencia puede hacer degenerar a la persona y exponer a la sociedad a graves incertidumbres.

Todas las personas tenemos las posibilidades y necesidades de crecer en las diferentes dimensiones que constituyen nuestro ser. Nos vamos haciendo con el tiempo, fruto de nuestras decisiones y acogidas de lo que nos proporcionan la naturaleza y las demás personas. En ese hacerse (continuo) nos proyectamos al futuro; y, ordinariamente, soñamos con una vida realizada dentro de una sociedad digna de ser querida como tal.

Esto es así siempre, aunque, por ejemplo, actualmente estemos inmersos en un escenario de una grave crisis sanitaria, económica, política, social y educativa. Este contexto, espacio y tiempo son idóneos para concertar y asumir compromisos esenciales que hagan posible que nuestra niñez mantenga la esperanza y camine hacia la excelencia.

Para movilizar a la sociedad hacia mejores condiciones se requiere incidir en varios frentes, uno de estos es la educación. Educar es un proceso esencial y que, por justicia se le debería procurar a todo ser humano. En el Perú, la Ley General de Educación (N° 28044) compromete al Estado a garantizar el ejercicio del derecho a una educación integral y de calidad para todos y la universalización de la Educación Básica.

Sin embargo, las condiciones actuales han incrementado las dificultades para cumplir dicho propósito. La estrategia ‘Aprendo en casa’ del Ministerio de Educación tiene elementos importantes para dar continuidad al servicio educativo, utilizando el multiformato: televisión, radio e internet, a pesar de la diversidad, heterogeneidad social y déficit tecnológico que hay en nuestro país. Sin embargo, aún se puede hacer más, si los diversos actores del proceso enseñanza-aprendizaje: estudiantes, familia, profesores e instituciones educativas, de la mano con el Gobierno, apuntan hacia el mismo objetivo.

Los problemas realmente importantes y vitales del presente ameritan un análisis multidisciplinario y un compromiso a todo nivel. En el mediano plazo, podríamos tener mejoras solo si se alinean los siguientes actores:

La niñez, que mantiene su curiosidad y pasión por el conocimiento de algo nuevo y se esfuerza para pasar del actuar cotidiano hacia el cultivo de hábitos virtuosos; corresponde a las familias y a personas e instituciones del entorno favorecer esos estilos de vida propios de las etapas tempranas y, en la medida de lo posible, les procuran comportamientos ejemplares que despierten su admiración.

El profesorado, que es el que finalmente concreta la propuesta educativa oficial, labora con profesionalismo y empatía, trasmitiendo alegría, informaciones valiosas y orientaciones formativas. Se alejaría de su misión si se deja invadir por el pesimismo, distorsiona el sentido formativo de la evaluación, olvida que al otro lado de la pantalla existe una persona con nombre propio y lleno de sueños o cuando hipoteca su trabajo a la mera repetición de acciones sin internalizar.

Los maestros están haciendo un esfuerzo extraordinario por mantener la educación activa a pesar del confinamiento; es importante que no se les deje solos. Resulta estratégico establecer una comunicación efectiva con las familias para generar sinergias en bien de la niñez y el desarrollo de experiencias gratas para todos.

La sociedad, constituida de seres sociables, siempre está en capacidad de influir en las personas. En ese sentido, todos tenemos una responsabilidad por nuestros actos. No hay duda de que las conductas virtuosas ofrecen luz a los otros; en contraste, las conductas viciosas tienden a opacar la esperanza. En ese sentido, es hora de preguntarse: ¿hacia dónde queremos que se dirija el país? o mejor: ¿qué valores podemos cultivar para hacer del Perú un país donde las personas vivan con dignidad y concreten proyectos de vidas valiosos para su ser?

El Ministerio de Educación, en su rol de ente rector, asume el desafío de implementar políticas que incrementen la calidad de la educación, invierte más en la educación pública y prevé condiciones para el desarrollo de una suficiente pluralidad en la oferta educativa (fortaleciéndose así tanto el sector público como el privado: en el 2019, el 26% de los escolares de la Educación Básica Regular estuvo matriculado en una institución de gestión privada).

Además, debe estructurar un mecanismo que logre “ponerle vida” al ideal educativo. Como en cualquier organización, la eficiencia mejora con una buena articulación interna en torno a una visión clara; y esa visión puede implicar la convicción de que, a pesar de los errores, en cada uno de nosotros hay grandeza y, por lo tanto, la posibilidad de lograr la excelencia.

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