Jéjeres son cachivaches, menudencias, cosas sin importancia. “Pedro se fue a Piura llevando todos sus jéjeres”, ejemplifica el padre Miguel Justino Ramírez (1950).

Por Carlos Arrizabalaga. 14 diciembre, 2020.

“El habla popular conserva en Piura –decía Martha Hildebrandt (1949)– voces y acepciones castellanas que no se hallan en Lima. (…) Lo cierto es que sorprende encontrar en Piura muchas palabras castizas correctamente usadas que aún suenan como extrañas en los oídos de un limeño”. Cincuenta años después de que Martha Hildebrandt hiciera este estudio, muchos de estos fenómenos se han retirado al habla rústica o se han perdido, con lo que también se han hecho arcaicos para los propios piuranos, si bien algunos se han adaptado bien a los nuevos tiempos.

En Piura se conservan, además, acepciones ya poco usuales de indoamericanismos como barbacoa ‘camastro’ o canoa ‘batea alargada’, antillanismos que emplea Vegas Seminario en Taita Yoveraqué (1956): “José Celestino volvió a tenderse en la barbacoa, pero no durmió.” Ocurre más en la sierra donde se decía “tarja” al salario (la marca de tarjar, con la que se anotaba el pago), se pesaba en “tomines” (monedas del siglo XVII) y se medía en “jemes” (del latín semis, ‘mitad’).

Jéjeres son cachivaches, menudencias, cosas sin importancia. “Pedro se fue a Piura llevando todos sus jéjeres”, ejemplifica el padre Miguel Justino Ramírez (1950). Y, su glosa se reproduce en los diccionarios de Arámbulo Palacios y de Esteban Puig. Se debe registrar la palabra como esdrújula: “jéjeres”. Es pluralia tantum, siempre en plural, seguramente por analogía con “víveres” y “enseres”, si no se originó a partir de este último. Es un término propio de la serranía de Ayabaca y Huancabamba, pero también se usa en la costa de Piura.

Este americanismo es usual en Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador y Panamá en la forma de “chécheres”, evolución fonética que parece más innovadora. Ramírez escribe en sus Acuarelas huancabambinas (1970), “la familia del hombre pobre lleno de esperanzas (…) recogiendo los pocos jéjeres que tenían, se trasladaron a la quinta del compadre Salomón”.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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