27

Oct

2020

Compartimos un artículo de Imanol Castrellón, alumno de la Maestría de Teoría y Gestión Educativa que desarrolla la Facultad de Ciencias de la Educación, en Campus Lima.

Por Dirección de Comunicación. 27 octubre, 2020.

La educación es un proceso evolutivo, constante, casi biológico, que se ha transformado con el tiempo y los contextos por los cuales la humanidad vivió.

La dinámica de cazadores y recolectores es la primera señal de una enseñanza no escolarizada, libre y natural. Las escuelas fueron el siguiente paso como modelo formativo de futuras generaciones, y no fue hasta la llegada de pedagogos tales como Juan Amos Comenio y María Montessori, que estas dieron un giro sustancial hacia otros tipos de enseñanza y aprendizaje. Luego, la revolución industrial cementó la industrialización del aula para la educación global; y, en Latinoamérica, las ideas del educador y presidente de Argentina, Domingo Sarmiento, dieron origen a la masificación de escuelas y la educación pública y popular.

Desde entonces la educación se mantuvo casi igual hasta el presente. El mundo de hoy ha cambiado y dicho modelo educativo ya no cubre las necesidades de los jóvenes ni mucho menos los prepara para la vida en general. Es a raíz de la emergencia sanitaria que el estancamiento evolutivo de la formación educativa sufrió un estrepitoso salto al futuro. La pandemia forzó a los gobiernos a digitalizar su currículo educativo.

Nos encontramos en el siglo XXI. Es hora de repensar el modelo educativo en su totalidad. La tecnología es un facilitador de conectividad con el resto del mundo, así como un gran democratizador del conocimiento y la información. Es claro que el sistema educativo del Perú está desfasado de la actualidad, diseñado para sociedades, industrias y vidas del pasado. No prepara a los jóvenes para la vida ni pule sus habilidades para el mercado laboral. Asimismo, esta pandemia ha demostrado que no hay una ruta estratégica hacia el futuro, solo el miedo a que la paralización de la educación sea el detonante a una población menos educada, cuando en verdad es la continuación de la misma oferta la que estanca y retrasa el progreso de la humanidad visto tanto como capital, individuo y sociedad.

Que continúe la digitalización, es crucial para el futuro del aprendizaje y su democratización, pero es hora de reevaluar los principios de la educación y el tipo de individuos y ciudadanos que se construyen. Y es que la educación no es el fin, es el proceso. Esta nunca puede ser determinista porque es en el proceso que la persona descubre qué y quién quiere ser a lo largo de su vida.

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