17

Mar

2020

Desde Italia a Perú

“Una carta a los amigos peruanos”, de Lorenzo Jurina y Marina Masi

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"La edad de los afectados está bajando. Hace 15 días morían los viejitos diabéticos o cardiopáticos. Ahora, ha empezado a morir gente de 40 años y también un 7% de entre 20 y 30 años".

Por Elena Belletich. 17 marzo, 2020.

Querido amigo de Perú:
Te contesto muy rápidamente, porque la rapidez es la primera cosa que hay que aprender en estas situaciones. Cuando el Coronavirus empezó a difundirse en Italia no estábamos preparados. Parecía una cosa tan lejana que nunca nos habría afectado. Se decía que era en China, que es lejana.

Y, la gente se quedó sorprendida de los primeros casos, 20 casos, 40, 60 casos. Pocos casos aislados. ¡Nada de qué preocuparse!, se decía….

Las medidas sugeridas eran las bien conocidas: no se acerquen demasiado a los otros, no se den la mano, no estornuden en la cara de otros. Todo parecía fácil. Pero así, con propuestas tan ligeritas, la gente ha seguido sin preocuparse y salía tranquilamente, se reunía y charlaba en grupos y grupitos.

De hecho, el virus es feo e invisible, pero bien pegadizo. Es fácil tomarlo con las partículas de saliva de cualquier otra persona infectada que te habla. También si no tiene síntomas visibles ni apreciables.

Solo después de unos días (demasiados, diría…) el Gobierno italiano ha sugerido dejar una distancia mínima de dos metros entre persona y persona, siempre. Pero poca gente tomaba en serio esta precaución; sobre todo los jóvenes que se reunían tranquilamente por una copa de cerveza, tomando del mismo vaso y abrazándose sin mucho cuidado. Se había difundido la noticia de que la epidemia afectaba solo a las personas mayores, sobre los 70 y con enfermedades ya presentes. Entonces, mucha gente decía “bueno, no me interesa a mí; yo soy fuerte y joven”.

Unas empresas (pocas…) al principio han cerrado parcialmente pidiendo a los empleados “cuidarse” (pero ¿cómo?) y que sigan trabajando en la oficina, como siempre, como antes. Una vez pasada otra semana, la emergencia ha aparecido más clara. Muchas empresas han dejado ir a casa los empleados. Quien puede, trabaja on line. Los otros no pueden hacer nada. Veremos si podrán recibir su sueldo mensual. Ojalá que sí.

Italia ha sido obligada a gastar todas sus reservas económicas y a pedir ayuda a la Comunidad Europea, que realmente no se ha mostrado para nada generosa al principio. Ahora, la situación es más clara: casi 30 000 infectados conocidos, 1500 muertos, 1800 han salido del hospital.

La gente se está curando; habían llenado todas las camas especializadas de cuidado intensivo de los hospitales de Lombardía, Véneto y Emilia; es decir, las zonas más productivas de Italia. Solo a este punto, hace unos pocos días, el Gobierno ha ordenado a todos que se queden en su casa, limitando los contactos interpersonales, con el objetivo de reducir la velocidad del contagio, lo que ahora la gente ha empezado a entender.

Apenas salida la ordenanza que bloqueaba toda Lombardía y Milán, su capital, mucha gente del sur huyó en tren y carro de Milán, para regresar a las regiones del sur Italia, donde el contagio -aparentemente- no se había desarrollado aún. Miles de personas se pusieron en viaje. La consecuencia ha sido que el virus se ha difundido mucho más rápido.

Ahora, y solo ahora, el Gobierno ha extendido la ordenanza a toda Italia, cerrando colegios y universidades y pidiendo a las personas quedarse en su casa. Dando papeletas y también cárcel si no lo hacen. Se puede salir solo para emergencias de salud o a las tiendas para abastecerse. Todos con mascarilla, para tratar de impedir a las gotitas de saliva, que difunden el virus de persona a persona.

La enfermedad es grave. De hecho, al principio es una gripe, sin síntomas graves, pero con fiebre. Rápidamente se transforma en neumonía y la gente se ahoga, no puede respirar, no entra aire en los pulmones. No todos los casos son para hospitales; digamos que un 25%; pero, se quedan como mínimo unos 15 días en el hospital, si todo va bien salen, o al revés: mueren. Y mueren solos, sin nadie que pueda acompañarte, muchas veces sin entierro.

El tema verdadero es que faltan camas especializadas con oxígeno, ventiladores y tubos puestos en los pulmones para ayudarte a seguir respirando. Lastimosamente, no tenemos camas suficientes. Por eso, en unos casos los enfermeros y los doctores están obligados a escoger a quién salvar y a quién dejar morir. ¡Esta es la realidad! Además, la edad de los afectados está bajando. Hace 15 días morían los viejitos diabéticos o cardiopáticos. Ahora, ha empezado a morir gente de 40 años y también un 7% de entre 20 y 30 años. También han muerto doctores, enfermeros, alcaldes y curas.

El intento del Gobierno de restringir la libertad de salida y, sobre todo, la posibilidad de encontrarse sirve para cortar la transmisión o, por lo menos, para hacerla más lenta. Creo que es el único método que se puede aplicar en falta de una vacuna.

Las naciones europeas cerca de Italia han tenido el mismo enfoque miope de nosotros: “Pobres chinos, pobres italianos…; pero, no es un problema mío, ya pasará. Ahora, se están dando cuenta de lo que pasa y están tomando medidas restrictivas con un gran retraso, como hemos hecho en Italia.

España, Alemania, Francia, y hoy también Suiza, están suspendiendo actividades. El único torpe y tonto es el Gobierno de Gran Bretaña que dice “nosotros somos fuertes, los débiles morirán, los que quedarán serán aún más fuertes”. Me gustaría darle un cachetazo a este primer ministro. Y, también Estados Unidos no han sido mucho mejores.

¿Qué hemos hecho de bueno en Italia? Hemos hecho, y estamos haciendo, un esfuerzo formidable con nuestro servicio de salud nacional y gratuito por toda la población. Un doctor decía, y también parece absurdo, que era mejor que la epidemia se haya presentado al norte de Italia, donde tenemos muchos hospitales y bastante camas y tecnología. Si se hubiera presentado al sur, en zonas más pobres en infraestructuras de salud, habría sido un desastre.

El riesgo de hoy es que el contagio vaya propagándose del norte al sur también. Hay regiones italianas del norte que han decidido cerrar sus fronteras y permiten solo que quienes residen en la misma región se queden; a los otros los botan. Bueno, todo esto es miseria humana, falta se caridad y falta de sentido común. En otras palabras, es egoísmo. ¡Hay que ayudarse!

Me preguntas, ¿en qué nos hemos equivocado en Italia? En subestimar el fenómeno. En esperar demasiado para tomar decisiones. En dejar total libertad de viajar hasta una cierta fecha; en dejar que el virus se transmita. Ahora, estamos en nuestra casa, esperando, trabajando como se puede, viviendo en una situación surreal y, para la gente creyente, rezando también.

También nos faltó previsión, valentía en las decisiones, responsabilidad personal, pensamos siempre: “a mí no me toca”.

Ahora, habrá que esperar bastante. Yo supongo que por lo menos tres o cuatro semanas, si el aislamiento viene aceptado con responsabilidad de parte de toda la población.

Teníamos que viajar a Perú, con Marina, mi esposa, para ver nacer a nuestro sexto nietecito, Thomas. Dudo que podamos hacerlo. Menos mal que hay internet, Skype y Whatsapp….

¿Qué consejo podría darles? reduzcan los contactos interpersonales a lo máximo. Reduzcan. Reduzcan. Y, naturalmente, sigan sonriendo en sus casas, con su familia.

La vida sigue, de otra forma, por una temporada que podrá ser larga, pero sigue. Hay que utilizar bien el tiempo que esta situación nos regala. Podemos mejorar nuestras relaciones con la familia, dándoles más tiempo a los hijos.

Podemos acabar lo que nunca hemos tenido ni el tiempo de empezar; limpiar, ordenar, escuchar, hablar, leer, trabajar como se pueda. Apagar la TV y no hablar solo del coronavirus. Llamar por teléfono a gente que no vemos desde hace tiempo. Pensar y rezar (¿por qué no?). Sin susto y con esperanza. Hay que ser valientes y muy pacientes. Vivamos esta experiencia siendo seres humanos responsables.

Un abrazo a todos nuestros amigos peruanos, gente que sabe ser responsable, noble, digna y alegre.

Nos veremos pronto. Y, ¡mucha suerte!
Lorenzo y Marina

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