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Ene

2021

“¡Qué guapa china la Carmela! / ¡Cómo se mece al caminar! / Qué bien mangache es su lisura / y qué piurana al decir ¡gua!”

Por Carlos Arrizabalaga. 18 enero, 2021.

Foto: Museo Afroperuano

Uno de los poemas afroyungas, de Enrique López Albújar (1938), describe con entusiasmo la belleza de una joven: “¡Qué guapa china la Carmela! / ¡Cómo se mece al caminar! / Qué bien mangache es su lisura / y qué piurana al decir ¡gua!” Es un gentilicio antiguo, una rara pervivencia entre un grupo de términos que aludían al lugar de procedencia de los negros esclavos: “ararás”, “congos”, “angolas”, “caravelíes”.

África quedaba muy lejos y la permeabilidad social fue borrando esos indicativos, que habían servido no tanto como señal de identidad, sino como marca distintiva y vergonzosa con que se negociaban precios y calidades de hombres, mujeres y niños. Mangache viene del francés y alude a los provenientes de la isla Madagascar (en castellano hubiera sido algo así como “ma(d)alagasios” o “madalaquenses”).

Ya en América, se trocó la lateral con una consonante nasal seguramente por asimilación fonética. Algunos se mencionan ya en el siglo XVI, igual en Panamá o Ecuador, pero solo en Piura llaman mangachería (Moscol Urbina le decía “rabiosa”, 1986) a uno de sus barrios más populares. Sobran testimonios sobre las peleas que los enfrentaban con los “gallinazos” del barrio sur.

Según Carlos Robles, el barrio norte o de arriba era el más antiguo de la ciudad. La profesora L. Grabner-Coronel (2005) pensaba disparatadamente que “gallinazos” y “mangaches” respondían a identidades étnicas, como “indígenas aculturados”.

En los barrios norte y sur fue donde los negros se establecieron luego de que Castilla aboliera la esclavitud en 1854. Según López Albújar, “el mangache fabricaba adobes y ladrillos, tejía riendas y empajaba techos, curtía pieles, repujaba cueros y laboraba jabones. El gallinacero fabricaba peines y calzado, tejía cobijones y alforjas, manipulaba la plata y el oro; forjaba el hierro y tallaba la madera, este hacía la música y aquél bailaba. Cuando el uno era castillista, monterista o pradista, el otro alardeaba de vivanquista, pradista o pierolista”.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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