Los conflictos no son un tema nuevo en el mundo. Hubo y habrá siempre conflictos. Lo que ha ido variando, a lo largo del tiempo, es el modo de solucionarlos. Se empezó con la acción directa: el hombre resolvía de forma inmediata sus problemas usando como instrumento la fuerza física. Si se hubiese seguido así, probablemente, la sociedad se hubiera extinguido.

Luego, se le delegó a una persona, ajena al problema, la responsabilidad de resolverlo. La forma de elegir a este tercero variaba según cada cultura: algunos elegían al más fuerte, otros al brujo, al anciano, etc. Cuando el grupo se hizo más grande, se creyó conveniente que el compromiso lo ejerciera quien ostentara el poder político, hasta que recayó en lo que hoy es el Poder Judicial, uno de los órganos de poder del Estado. El camino para llegar a ello no ha sido fácil. Pero, ¿en realidad ha cambiado la forma de solucionar los conflictos? En mi opinión, habría que ahondar en dos puntos claves.

El primero es la violencia. De una violencia física (que aún existe) se ha pasado a una violencia escrita en las redes sociales. Muchas veces, los usuarios opinan sin medir sus palabras, al punto de llegar a insultar u ofender personas que no conocen, solo por no coincidir con su postura. Por ello, podemos afirmar que estamos ante una sociedad estructuralmente violenta y esa violencia que reflejamos en nuestros comentarios, aunque menos relevante, es la misma que lleva a una persona a cometer un crimen.

El segundo punto clave es la “ley del más fuerte”. Cuando el poder como unidad se partió en tres, la finalidad era que no se mezclaran unos con otros. Pero, ¿y “el cuarto poder”? A esos tres poderes los precede la información, no en sí misma, sino del medio que comunica atendiendo intereses propios por ejercer tal poderío. Una mayoría de periodistas emiten juicios de valor, parcializados. Esta parte de la prensa critica a las autoridades judiciales sin saber derecho y sin tener la autoridad moral para hacerlo.

Dicho esto, pareciese que hoy los a conflictos se resuelven, mayormente, por una acción indirecta de la prensa que, a través de sus manifestaciones públicas acatadas por la sociedad a la que ha manipulado, impone directamente a los órganos jurisdiccionales la decisión que debe tomar, según su criterio.