Actualmente, ya no se cree en los políticos, sino en las historias que se cuentan sobre ellos. El análisis crítico de estos ha sido
reemplazado por una narrativa en la que uno es el héroe y su oposición, el villano. Esto resulta preocupante en contextos convulsionados como el caso peruano, en el cual el Ejecutivo o el Parlamento serán el héroe o el villano, dependiendo del lado que se tome.

El problema de la interiorización de esta narrativa radica en la incapacidad de analizar críticamente a los llamados “héroes”, de reconocer los aciertos de los “villanos” y de tener una visión omnicomprensiva del fenómeno. Además, en una sociedad dividida, sin capacidad de diálogo: ¿qué sentido tendría conversar con quien apoya al villano?

Este obstáculo puede superarse con una constante búsqueda de información y con la formación del espíritu crítico desde las humanidades, donde es legítimo cuestionar lo que se nos presenta para acercarnos más a la verdad. Así, al superar la “santificación” de unos y “satanización” de otros, es posible juzgar apropiadamente a las autoridades y formar una mejor postura. Solo entonces puede darse la construcción de una verdadera democracia.