Si pudiera retroceder el tiempo, volvería a renunciar a mi zona de confort en Chiclayo, porque me ha ayudado a madurar y a crecer como persona. Definitivamente, no fue nada fácil, pero ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Estar en Piura, lejos de mi familia, ha significado sacrificio y responsabilidad; dejar las comodidades de casa (donde tenía todo servido) y ocuparme de mis cosas. Ya no estaban mamá y papá para decirme qué debo hacer y qué no. Era el momento de demostrar que me habían formado bien y ser consciente del esfuerzo que significaba para ellos tenerme aquí: alojamiento,
alimentación, movilidad, etc.

Siento que la clave para sobrellevar la ausencia familiar es rodearse siempre de buenas personas, fijarse metas y cumplirlas. Gracias a Dios, en la UDEP, además de recibir una formación integral como persona y profesional, he encontrado al amor de mi vida y a grandes amigos (incluyendo a mis profesores), de quienes aprendo cada día y recibo su apoyo incondicional.