César es testigo de los cuantiosos cambios habidos en la universidad. Hoy, con gran nostalgia, evoca los comienzos de su vida universitaria y las metas que espera alcanzar en cuanto se despida de las aulas. “Mi relación con la universidad comenzó cuando yo estaba en segundo de secundaria, pues mi hermano, había ingresado en 1968 (en el primer examen de admisión de la UDEP). Desde entonces, viví lo que él vivía y me gustó la formación integral y la calidad de los profesores que tenía”.

Así, al terminar el colegio, César no tenía la menor duda de que estudiaría Ingeniería Industrial en la misma universidad. Además, comenta, siempre le gustaron las matemáticas y las ciencias. Fueron tan buenos sus resultados académicos que, ya en el tercer año, estaba dictando clases en academias preuniversitarias y a alumnos del primer año de Administración de Empresas.

“De alguna manera, el profesor Miguel Samper, un querido docente pionero, quien era entonces director del programa de Ingeniería, se enteró de lo que yo hacía y, cuando terminé la carrera (1979, me ofreció organizar un laboratorio electrónico para la universidad como parte de mi tesis. Y, en febrero de ese mismo verano, me ofreció dictar clases de Álgebra y Física”, recuerda.

En ese entonces, siendo joven y recién egresado, tenía muchas ansias de laborar en el mundo empresarial, como ingeniero. Sin embargo, luego de que el doctor Samper lo convenciera de dictar cada vez más cursos, al cabo del primer año ya había descubierto que la docencia era a lo que quería dedicarse por el resto de su vida.

“Al cabo de un corto tiempo, me di cuenta de que la mejor opción para trabajar era la Universidad de Piura, tanto así que ni siquiera me planteé hacerlo en alguna otra universidad. Estaba seguro de que ninguna sería igual, con la misma calidad de personas, todas tan diferentes. Además, estaba convencido de que quería formar personas”, enfatiza.

Admite que dictar clases es su pasión. Confiesa que cuando ingresa al aula “es como entrar a una cancha de básquet”. Considera que no dicta lecciones, sino que las vive intensamente, al punto que siente que no es necesario que los alumnos se esfuercen por escucharlo, sino que empiezan a vivir las clases con él.

Su llegada a Lima

En el 2014, la vida en el campus de Piura, a la que el doctor Angulo estaba acostumbrado, dio un vuelco de 180 grados. Ahora tenía una nueva misión: continuar su trayectoria profesional en Campus Lima. Entonces, tuvo que dejar atrás amigos, familiares e incluso alguno de sus hobbies, para mudarse con su esposa y su hijo a la capital.

Dice que hay algunas diferencias entre los alumnos de Piura y los de Lima, unos más abiertos al cambio, otros más difíciles de “roer”; pero, asegura que hay algo en común en todos: “la exigencia que en un comienzo los frustra, termina por obligarlos a estudiar y a aprender cada vez más. El profesor más exigente es el que saca lo mejor de ti y eso, al final, tus alumnos lo agradecen”.

Acuarismo, novelas y deporte

Cuando de disfrutar el tiempo libre se trata, César Angulo no lo piensa dos veces. Sus hobbies son variados, desde tener peces, plantas ornamentales y saber todo sobre las especies que habitan en peceras; hasta jugar básquet con sus exalumnos y leer novelas ambientadas en otros contextos históricos. Su escritor favorito: John Grisham.

Además de ser un apasionado en sus hobbies y en la docencia, el profesor Angulo sabe con exactitud a qué se dedicará cuando culminen sus días entre los pizarrones. A la fecha, ya ha publicado dos libros (Estadística e Investigación de operaciones), tiene un tercero en revisión y espera poder escribir uno más, cuyo título ya tiene pensado: “Cómo medir, controlar y mejorar la satisfacción de los clientes en empresas de servicio”, subraya.