Estoy aprendiendo a leer. Sí, después de casi cuarenta años trabajando como profesor universitario, estoy aprendiendo a leer. Estadísticas concretamente. Con esto del covid o la covid –que dicen que ambas formas son correctas– todo el mundo opina: médicos, políticos, analistas, sociólogos… opinan y opinan y opinan. Las estadísticas no opinan. Por eso, estoy aprendiendo a leerlas.

Enseñar a leer. Quizá esta es la función más importante de toda la Universidad. Y, desde luego, la única relevante de los estudios generales, planes de formación humanística o como quiera que se llame lo que los profesores de Humanidades “dictamos” para todos los estudiantes de una universidad. Enseñar a leer: sí, textos, pero también el mundo que nos rodea, la ciudad con sus edificios, su transporte, sus mercados, sus tensiones y sus monumentos; la gente y la expresión de sus rostros y sus ansiedades e inquietudes y felicidades, sus egoísmos y sus heroicidades cotidianas; el arte, la música, la danza y las fiestas… Enseñar a leer es lo más grande que podemos hacer.

Quien no sabe leer vive encerrado en sus sospechas, sus teorías, sus percepciones, sus autorreferencialidades, su mundo, casi siempre pequeño y mezquino en realidad, aunque interesantemente complejo en la imaginación, urdida de prejuicios y percepciones, de supuestos agravios o supuestos amores.
Hay quienes dicen que todo el mundo les desprecia, les ningunea, nadie les escucha, traman contra ellos. Si no es pose o necesidad de que alguien les dé unas palmaditas –antes, cuando se podía–, si lo dicen convencidos cada vez se convencen más, a base de repetir y de seleccionar lo que les pasa: sólo perciben lo que les confirma en su visión. Y, van excluyendo las señales de aprecio, de consideración, de atención. Es lo del maldito refrán: “Piensa mal y acertarás”, que evocamos cada vez que se confirma y, en cambio, no recordamos cuando pensamos mal y no acertamos o pensamos bien y sí acertamos.

Saber leer es percibir los mensajes que salen de la realidad, de las personas, de las estadísticas y saber interpretarlos correctamente, utilizando los prejuicios que sitúan en la realidad y superando los que nos llevan a “leer” siempre lo mismo.

Saber leer es salir del propio encerramiento y ver los mundos apasionantes, desafiantes, que hacen llorar y sufrir y reír y amar.

Con la historia, la lengua, el pensamiento, la literatura, el arte, la música: lo que hacemos los
de Humanidades es enseñar a leer. Nada más, y nada menos