Siempre he pensado que ser psicólogo es tener la vida de una persona entre tus manos. Antes de empezar mi internado en Psicología, reflexionaba sobre cómo podría llegar a otros a través de una computadora. Pensaba en las limitaciones que afectarían ese encuentro entre vulnerabilidades y si, realmente, llegaría a conocer a la persona en su totalidad.

Actualmente, casi terminando el inicio de esta aventura, noté que las dificultades se convierten en oportunidades cuando uno le abre las puertas al aprendizaje. Me encontré con que no solo conocí otras realidades, sino que descubrí la mía, porque mirar la profundidad de otros es también un espejo de autoconocimiento.

Ser psicólogo no es “curar la mente”. En mi experiencia, y la de mis compañeros, con cada “gracias” al culminar una sesión, ser psicólogo es, en realidad, “sinónimo de esperanza”.

Ahora, no pienso que solo se trate de tener una vida entre las manos, sino de qué tan humanos y auténticos somos como para tomar la mano del otro y estar dispuestos a vivir. El vínculo sana, y el amor fortalece.