Desde hace más de 30 años, don Luis Eguiguren Callirgos enseña Filosofía y, además, promueve la actividad coral en la Universidad de Piura, dos de sus pasiones, que se integran perfectamente con su vocación docente.

Es doctor en Filosofía y llegó a Campus Piura en 1988, desde Lima, para dedicarse a la enseñanza de la Filosofía. Recuerda el cálido recibimiento de los compañeros de la Facultad de Ingeniería y luego de todos, entre ellos varios pioneros. Antes de venir, ejercía la Ingeniería química, la que cambió por “una disposición propia de contribuir al bien general a través de la búsqueda de la verdad”, dice.

El filósofo estaba impresionado con la nueva realidad. Además, “estar por primera vez en Piura, la patria chica de mi querido abuelo Luis Antonio Eguiguren Escudero y sus antepasados, fue algo impactante para mí (…). La universidad era más pequeña, todo estaba más cercano, en cierto sentido. No se había conquistado aún el ‘lejano oeste’ del campus y el desierto se notaba más”.

Su reencuentro con la Filosofía

La pionera Luz González ya había traído la Filosofía a la universidad; y, desde su llegada, el doctor Eguiguren contribuyó a esta tarea y en iniciativas como los coloquios de Filosofía; en la realización de la fase local de los congresos internacionales universitarios (UNIV) y en actividades del doctor Leonardo Polo en Piura. Junto a la doctora González en 1994 inician la docencia de asignaturas del plan de estudios para la obtención del Grado de Bachiller en Artes Liberales con Mención en Filosofía, como segunda especialidad. Desde 1988, ha dictado diversos cursos relacionados con la materia, como Antropología Filosofía, Historia de la Filosofía, Iniciación a la ética y otros, a estudiantes de las distintas facultades.

La vocación docente era parte de él, desde que estudiaba Ingeniería y dictaba clases particulares de Matemáticas, Física y Química para escolares. Luego, enseñó en una universidad, en Arequipa. “Noté que esta actividad, como profesión, no era tan ingrata como suponía siendo estudiante, fijándome más —con poca experiencia— en el aspecto económico”.

Con la Filosofía, señala, “se aprende a comprender qué es la sabiduría y cuál es su papel en la vida. Permite reconocer los grados del saber, cómo se distinguen y en qué consisten los presupuestos filosóficos de las distintas disciplinas. La Filosofía contribuye a tomar conciencia de que hay un saber sobre la realidad en su totalidad y de cada realidad íntegra, y, contribuye a la formación del criterio: adecuada capacidad de juzgar lo que ocurre y de encontrar el sentido de la vida”.

Treinta y cuatro años después de haber llegado a la UDEP, el doctor Eguiguren ve a la UDEP como: “un interesantísimo proyecto que avanza en servicio del Perú y el mundo; con un encomiable afán por desarrollar un auténtico proyecto universitario de inspiración cristiana, procurando armonizar la especialización con la unidad del saber. Renovando el intento de sintonizar la investigación y la enseñanza, en los saberes especulativos y en los aplicados”.

Actividad coral sostenida

Desde que conoció el Coro Universitario, formado en 1973, asumió la coordinación del entonces Comité Interfacultativo de Extensión Cultural; y, desde 1989, la promoción de la formación de la Coral Universitaria. Entre 1991 y 1996, como director de Estudios Generales impulsó los cursos de Introducción a las Artes I y II, a partir de los cuales la coral ganó estabilidad; así como el Coro, desde 1992, cuando asume su dirección el maestro Arturo Hernández. “Se ha hecho mucho en estas décadas. El coro se ha afianzado institucionalmente; ha grabado 3 CD y un DVD; y tiene muchos videos en YouTube, varios en mi canal. El 2016 se realizó el Festival Internacional de Coros Universitarios UDEP, en Piura”.

Esta es una de sus pasiones y es que,expresa: “Aprecio en la interpretación musical el lema tan promisorio: la belleza salvará al mundo. Es una actividad que potencia y mantiene muy valiosas disposiciones en las personas: excelentes hábitos éticos y dianoéticos. Tonifica para enfrentar el trabajo y las exigencias de la vida, según dijo San Juan Pablo II en su «Carta a los Artistas»”.