Derecho, una carrera hecha a nuestra medida
Durante mi último año de secundaria, mi mamá no se cansaba de contarme lo grandiosa y bonita que era la etapa universitaria. Obviamente, ella acertó con su universidad: la Universidad de Piura. En realidad, mi mamá (Cynthia) no pensaba estudiar en ella, porque quería otra carrera; pero, finalmente, el tiempo y la realidad jugaron sus cartas y terminó estudiando Derecho, como lo hago yo.
Para su suerte, resultó que la carrera estaba hecha a su medida, el sentido de justicia, el orden social y la honestidad que debían acompañarla siempre, terminaron por apasionarla. Esos valores con los que creció se vieron reforzados en la enseñanza y en su ambiente. La ayudaron a ser la abogada y la persona que es hoy. Los amigos que encontró, los profesores que la apoyaron más de una vez (no en las notas) y muchas cosas más, volvieron su universidad muy atractiva, en el campus de Piura, más allá de las hectáreas de algarrobos –llenas de venados–, los festivales y las olimpiadas.
Viéndolo así, mi decisión no debía ser tan difícil. Al fin y al cabo, la mejor alternativa estaba ahí, frente a mí. Pero, creo que me parezco a mi mamá; además, Lima era distinta a Piura; había tantas opciones y la UDEP no era una de ellas.
Finalmente, había elegido una carrera. Y, después de pasar por todas las facultades posibles, quería una universidad de la cual lograra enamorarme: de ella misma y de mi profesión. Una de la cual me sintiera orgullosa al decir: “yo estudio en…” o “me gradué de…”.
Escogí Derecho porque la veo como la mejor base para poder desempeñarme en el campo social, a través de lo cual espero lograr un pequeño cambio, así sea para una sola persona. Irónicamente, estaba ignorando la opción que iba a permitir que me formara de una manera en la que mi camino no se torciera.
Terminé postulando a la UDEP para complacer a mi mamá. Quién diría que el tiempo jugaría sus cartas de nuevo y la segunda opción se volvería la primera. Hoy, llevo tan solo un mes y medio estudiando aquí, y ya puedo decir que mi mamá tenía razón. Lo que se promete en anuncios y videos es verdad y, sobre todo, ya puedo decir con orgullo: ¡Yo estudio en la UDEP!