Este año, el proyecto “Eco Espacios”, del grupo de investigación en Ciencias del Medio Ambiente (CIMA), transformó la Casa Hogar Madre del Redentor. Enseñó a las niñas sobre compostaje y reciclaje; las empoderó como líderes ambientales y creó un espacio sostenible y ecológico para su comunidad.

El voluntariado estudiantil impacta en quienes reciben apoyo y en quienes lo brindan. Con este objetivo, el grupo CIMA de la Universidad de Piura lidera una iniciativa que busca generar un impacto duradero en la comunidad y en el medioambiente.

Desde su creación en 2001, la asociación estudiantil CIMA contribuye en la promoción de la conciencia ambiental dentro y fuera del campus. Su misión es clara: ejecutar proyectos concretos que contribuyan a la preservación del entorno natural, siempre con un enfoque educativo y práctico.

“Eco Espacios”, una de sus iniciativas más recientes, ha logrado resultados visibles en la Casa Hogar Madre del Redentor, ubicada en el asentamiento Nueva Esperanza, del distrito Veintiséis de Octubre-Piura. 

Ecoladrillos y ecobanca

El objetivo de este proyecto, en el cual 31 niñas y adolescentes aprendieron a crear ecoladrillos, hacer compostaje y mejorar sus espacios, fue transformar un área poco utilizada de la casa hogar en un lugar verde y funcional. Lo más destacado ha sido el compromiso de las niñas en cada una de las actividades. Ahora, saben cómo hacer compostaje o reciclar y están aplicando lo aprendido en su vida diaria.

Bajo la guía de las asesoras, las ingenieras Michelle Aspee y Roxana Fernández, los voluntarios universitarios y escolares construyeron una ecobanca. Además, ahora las escolares tienen las herramientas prácticas necesarias para cuidar su entorno.

Estefany Pinday, presidenta del voluntariado, destacó que la experiencia con Eco Espacios, trascendió su vida universitaria. “Contribuir en la formación de niñas para un ambiente sostenible, me retó a aprender para enseñar y enseñar para aprender. Es sublime saber que al cumplir nuestros objetivos hemos compartido felicidad y conocimiento para que otros sean agentes de cambio”, indicó.

Por su parte, Carlos Bancayán, estudiante de Ingeniería Civil, vicepresidente y director de Finanzas de CIMA, añadió que los proyectos también permiten que los alumnos se desenvuelvan en áreas relacionadas con su carrera. Refiere que, con la construcción de ecoladrillos, exploró procesos constructivos y combinó el enfoque social y ambiental con soluciones constructivas innovadoras.

Desde su creación, CIMA ha realizado 15 proyectos. “El grupo ha demostrado un fuerte compromiso con la causa medioambiental y ha trabajado incansablemente durante todo el año. Los alumnos han implementado variedad de proyectos sobre ecoladrillos, compostaje, limpieza… Todo este trabajo ha beneficiado directamente a las comunidades”, comenta la ingeniera Roxana Fernández.

La meta de Eco Espacios es que las niñas continúen practicando lo aprendido y que, a futuro, lideren proyectos ambientales en sus comunidades. 

El voluntariado continúa

Estefany Pinday destaca que Eco Espacios “fue una experiencia que trascendió”. En adelante, el equipo continuará con más proyectos e incentivará a más estudiantes de la UDEP para que se unan a CIMA. “Buscamos que disfruten de la experiencia de ser voluntario, lo cual significa usar su libertad para contribuir al bien común y crecer como persona”, destaca.

Actualmente, CIMA cuenta con 94 voluntarios de las distintas carreras de las facultades de Ingeniería, Ciencias Económicas y Empresariales, Comunicación, Derecho y Educación.

Fondos concursables

La implementación del proyecto fue posible gracias a los Fondos Concursables de Vida Universitaria. Esta iniciativa financia ideas que aporten a la comunidad estudiantil, fomenten la vocación de servicio social, conciban el trabajo en equipo y que permitan actuar en coherencia con la misión de formar profesionales capaces de transformar a la sociedad.