En ceremonias familiares realizadas cada semana, entre setiembre y octubre, 866 graduados de las distintas facultades recibieron la insignia académica que los distingue como bachilleres.

La emergencia sanitaria cambió la forma del tradicional acto de graduación de bachilleres, pero no su esencia. En grupos reducidos, los graduandos participaron en alguna de las 200 ceremonias desarrolladas en ambos campus. En cada una hubo un máximo de cinco egresados y dos invitados de cada graduando. Uno de los familiares le impuso la insignia de bachiller, y no las autoridades universitarias como es habitual.

“Esta vez no nos reunimos de modo multitudinario, sino como un pequeño grupo que, aun siendo reducido, quiere representar a toda la comunidad universitaria”, expresaron los profesores de las distintas facultades, que participaron como maestros de ceremonia.

La alegría de cada graduado por el reto cumplido, su entusiasmo por el reencuentro con sus amigos y compañeros en la universidad, la emoción de los padres e invitados por compartir este logro dieron vida a los campus. Los aplausos de estos momentos también fueron, en algunas ceremonias, un reconocimiento y homenaje a los padres o familiares fallecidos en la emergencia sanitaria, cuyas fotografías mostraron algunos graduados.

Durante los dos meses, se cumplieron las medidas de bioseguridad para proteger a los asistentes y al personal de la universidad que participó en la organización. Y, la tecnología acercó a quienes, por el protocolo para actividades con aforo reducido, no pudieron asistir. Ellos siguieron el evento por YouTube.