La transformación de un alumno en un profesional de la salud es un proceso de cocción lenta que requiere altas dosis de cuidado personal, ejemplo y dedicación, para que logre adquirir el conocimiento necesario, las habilidades y actitudes, así como los valores y atributos del “ser médico”, que le lleven a transformar su forma de pensar, actuar y relacionarse.

Este proceso llamado “Profesional Identity Formation” (PIF) es el viaje transformador a través del cual se integran el conocimiento, habilidades, valores y comportamientos de un médico competente, humano y ético con la identidad y los valores fundamentales propios.

Para que este proceso activo y continuo fomente el crecimiento personal y profesional es necesario que se estimulen en el alumno los hábitos prácticos de reflexión, así como los de mente y corazón. De este modo, logrará forjarse un adecuado criterio personal, “la sabiduría práctica” que le permita desempeñarse con soltura en la alta complejidad de la labor médica diaria y en las múltiples circunstancias difíciles o moralmente ambiguas por las que tenga que pasar.

Otro aspecto fundamental a desarrollar son las relaciones interpersonales con sus asesores, pacientes, colegas y, en general, con todo el ambiente educativo. La conexión entre el alumno y su asesor (mentor feedback) es fundamental en el aprendizaje del futuro médico y se compara en importancia con la conexión entre el clínico y su paciente.

La enseñanza de la resiliencia en los estudios universitarios, como capacidad de adaptación y aprendizaje ante eventos emocionales estresantes o adversos, morales o sociales, también es otro componente fundamental del PIF. Una adecuada formación en resiliencia permitirá reducir el riesgo de despersonalización, el burnout y la pérdida de empatía.

Dando unidad a la base de esta compleja formación en criterio, relaciones y resiliencia, está la reciprocidad. Todas forman el tronco del PIF, que alberga en sus ramas las competencias profesionales convencionales (profesionalismo) y las no convencionales.

En la formación en profesionalismo se incluyen las competencias clínicas, habilidades comunicaciones, formación ética y legal, la excelencia, el humanismo, la responsabilidad y el altruismo. Entre las competencias no convencionales están el tono humano, la atención, la curiosidad crítica, la espiritualidad, la tolerancia a la incertidumbre y la flexibilidad adaptativa.

Dada su complejidad, todos estamos implicados en la formación integral del estudiante, para que desarrolle una historia vital coherente con la profesión médica que ha elegido.